Isadora adoraba ver flotar en el
viento su bufanda nívea, lo que nunca previó o imaginó fue que perdiera su
blancura al enredarse en la llanta del carruaje aquel que la llevaba a los
brazos de su nuevo amante. Demás está decir que Isadora jamás
llegó a su cita…
Otra como ella que tenía frío se
abrigó cuidadosamente...Un buen saco,
medias y guantes. Además y para completar su atavío envolvió una delicada bufanda roja a
su cuello. Tomó entonces algo caliente y se durmió. Cuando horas
después despertó; vio que en su cama -Ella-
una bella mujer yacía con su bufanda
roja fuertemente apretada al cuello.Ella, tampoco logró encontrar calor jamás.
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