lunes, 8 de agosto de 2011

Adicciones

No supo en qué momento se convirtió en aquella masa amorfa. De ser una mujer vital, una madre maravillosa y una esposa amante y amada se transformó en aquel monstruoso ser que la miraba a veces desde el espejo del baño o de la sala. Se volvió un ente sin forma, lleno de grasa y que apenas si mostraba de manera mínima en sus ojos, que guardaban un poco de brillo aún; que era un ser humano. Casi no hablaba por no llamar la atención hacia su persona. Prefería parecer un objeto ya ni decorativo; solo un bulto, un estorbo. Su familia la miraba con lástima, su esposo a veces también con repulsión y la mayoría de las veces ni la miraban para evitar pensar en el descuido, en la falta de amor que demostraba hacia sí misma y en lo poco que los había amado también a ellos pues expresaba que había comido para olvidar, para perdonar o para perdonarse y aun así no lo había logrado.

Era tal su gordura que no podía hacer nada, incluso ir al baño era una tortura que otros debían soportar con ella. Las piernas enormes no la soportaban, sus rodillas se doblaban ante un peso tan inmenso. Ella esperaba con resignación sentada en esa silla la muerte que los otros temían pues habrían tenido que llevarla en hombros desde la iglesia hasta el cementerio.

Incluso como ejemplo, mal ejemplo por cierto; ella no servía. Su nieta soportaba hambre. Física hambre, pensando en la herencia genética que portaba su cuerpo y de no ser tratada por médicos y atendida por psicólogos y siquiatras muy seguramente caería irremediablemente en la anorexia o en la bulimia pues se mataba de hambre.

Las personas que la habían conocido la miraban espantadas y apenadas. Ya casi nadie iba a visitarlos pues producía pena en algunos, lástima en otros y rabia incluso en unos más.

En qué momento perdemos conciencia de lo que somos, del respeto que le debemos tener a nuestro cuerpo, del amor que nos debemos prodigar y llegamos a extremos tan destructivos, tan autodestructivos.

La comida puede convertirse en la droga que nos va consumiendo y llevando a la muerte irremediablemente. No sin antes degradarnos de tal forma que le causamos espanto incluso a los seres que más queremos.

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