Bajo las escaleras, doblo un poco a la izquierda y por el rabillo del ojo la veo. Parada afuera, pero frente a la puerta del patio, con ese vestido blanco flotante y sin que se noten sus pies sobre la tierra. Me mira y sonríe con suavidad, me da la impresión que desea que la invite a pasar.
Ni miedo me da en realidad. La
miro y haciéndole un mohín le dijo: “Ni de fundas mijita" y
continuo: "Vaya a penar a otra parte".
¡Qué tal esta! Se aburre sola espantando en esa casa que aun cuando ella
la habitaba estaba desolada; y ahora
quiere venir a mi casa a hacerme compañía.
¡No señora! ¡Eso sí
que no! Para fantasmas no estoy yo ahora.
Patricia Lara P.
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