El Bástian es cosa seria. Como buen bebé que es; hace lo que todo
niño pequeño debe y sabe hacer.
Esta mañana me moría de risa y de pena al mismo tiempo. Ellos a
las 5 y media de la madrugada; sagradamente tocan a mi puerta para que me
levante a atenderlos. Para mí no es ningún sacrificio. Por el
contrario, es una dicha, pues llenan de sonrisas mi madrugada.
Hoy por ejemplo mire sus platos. Como los gatos son territorialitas,
cada uno tiene su platito de comida seca, húmeda, leche y agua.
Gustavo llega cargado en mis brazos, lo descargo y empieza a comer,
Bástian quiere lo que el otro gato quiere, así que mimoso se mete entre el plato
y el minino y empieza a comer. Entonces Gustavo
se dirige al plato siguiente y sucede lo mismo. Con paciencia toma leche,
pero no bien ha dado el primer lengüetazo el chiquitín llega y le quita la
leche y así hasta que el grande se aleja mirándolo de reojo.
Termina de comer el “ñiño”, que es como yo le digo y entonces llamo a
Gustavo, le doy sus besos respectivos y le sirvo un poco más de comida.
Apenas empieza ya ha regresado el otro a hacer toda su parafernalia de mimos y
de yo quiero.
Pobrecito Gustavo. Todo era para él y de él y ahora tiene que
tenerle una enorrrme paciencia el niñito mininito.
Y yo, miro y sonrío y los lleno de
mimos pues los amoro mucho.
Patricia Lara P.
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