viernes, 7 de febrero de 2014

El amor verdadero




A ese corazón ya no le cabía una puntada más.  Se podría decir incluso que era hilos de colores entrelazados, anudados.  Donde en algún momento hubo vida, alegría y amor solo existían ahora remiendos.  Pero curiosamente, todos esos nudos cobraban fuerza y latían prestos nada más verlo o percibirlo.
Era alto, delgado, ojos negros como la noche más negra, sonrisa franca, caminar felino y lo más importante de todo;  a ella le encantaba.  No importaba que su corazón prácticamente no se pudiera llamar así.
Un día de entre muchos, se le aproximó silente.  Se paró a sus espaldas; cerca, tan cerca que podrían olerse y escuchar sus corazones latir mutuamente.  Primero raudos y locos como caballos desbocados  y luego, acompasados.  Se giró ella, lo miro a los ojos y vio tanto amor, tanto.  Que se pegó a su pecho, y en un abrazo fuerte pero acariciador se fundieron.
De pronto y por un milagro del cielo, todos aquellos destrozos desaparecieron y surgió en cada uno de ellos un corazón nuevo.  Brillante, vibrante y lozano. 
Entonces ellos comprendieron que los amores fallidos conducen al amor verdadero.  Y entendieron igualmente que el amor verdadero lo sana todo.
Patricia Lara P.

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