Todos los días la veía en su ventana. Las aves llegaban esperando sus migajas y sus mimos. La miraba coser, fumar, comer, usar su oxígeno, y mirar hacía mi ventana. La veía a veces con el cabello corto y muy blanco y otras con un gorro que muy seguramente ocultaba su cabeza calva.
Ya desde hace un tiempo no la he visto más. La ventana permanece
cerrada, las aves se cansaron de esperarla y ya no han vuelto.
A veces la imagino ahí. Sentada fumando y esperando el
final. A veces en mi mente la veo. Cosiendo y fumando.
¿Será que ella estará ahí mientras yo
la recuerde?
Patricia Lara P.
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