domingo, 14 de agosto de 2016

Domingo de lluvia



Domingo de lluvia

Brunilda, la rana silvestre de rojizos ojos vidriosos que emigró de Brasil, hoy amaneció tristálgica. Adora este rinconcito del Norte del Sur adonde vino a parar, escapándose de un laboratorio de mucho renombre que se dedica a experimentos genéticos con cuanto bicho vivo -animal o vegetal- exista. Si, ¡claro que le encanta su charco!; y conversar con el sapo Julián, las tardes de tertulia con la lechuza Rengifa y los atardeceres viendo a Raúl y Cáspulo, una pareja de flamingos liberales y muy excéntricos, acicalarse para irse de pachanga, a la que de cuando en vez y de vez en cuando se anota de buen talante. Hoy el día amaneció lluvioso, ¡sabrosas gotas de lluvia fresca -de esas que la hacen brincar-, le mojan su lustrosa piel! Es, lo que podría decirse, un día ideal para chapotear, pero Brunilda, inmutable, solo mira al horizonte y deja correr sus lágrimas, disimuladas con el discurrir de la lluvia. Unos y otros gotarrones se funden, y su tristeza se extiende con el largo recorrido de las aguas.
De repente, entre saltos, salpicones y alborozo, llega un grupo de pequeños batracios que recién aprenden a saltar entre los nenúfares. Exultantes por el momento festivo que el aguacero representa, y emocionados por la inminente posibilidad de retozar en la charca con la siempre jovial "tía Brunilda", quien los deja atónitos con su mirada ausente y su sonrisa vacía. Ante la inminente andanada de preguntas, quejas e insistencia de los chiquillos, Pascual va en auxilio de su incondicional amiga, creando una distracción para que jueguen dos o tres plantas más allá.
Brunilda, aún bañada en lágrimas, los mira y recuerda el centenar de renacuajos que tuvo que dejar atrás cuando los humanos del laboratorio la sacaron de su rinconcito de la selva amazónica... los mira y suspira imaginando que ranitas de bien.
Lluvia afuera y tormenta adentro... y la esperanza que se eleva en mil suspiros.

B. Osiris B.

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