Una taza de café me lleva
irremediablemente al recuerdo de la tía Elizabeth y las tardes llenas de
conversación netamente femenina, de la dulce abuela María la O. y del
amor abnegado y seguro, al querido tío Eliseo y las mañanas de ordeño; también
a la evocación de las gratas personas con las que compartí esa bebida
oscura, caliente y aromáticamente deliciosa.
Una taza de café me transporta a
momentos no podría decir felices pero si placidos y apacibles, cargados y
recargados de instantes etéreos, cadenciosos y suaves.
Una taza de café es como un nido
tibio lleno de ensoñaciones.
¿Adicta al tinto? ¡No que va!
Más bien adicta a los recuerdos.
(Tinto igual a café negro caliente y
aromático)
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