Nos contaba mientras ella realizaba
una limpieza facial; que su esposo era
un hombre muy creyente y religioso. Tanto así que cada fin de mes
amanecía en la iglesia haciendo oración. No sé por qué yo no pude
creerle. Miré al otro interlocutor con cara de "méteme el dedo a la
boca" a ver si muerdo o "bobita no".
Pasó el tiempo, no mucho. El
hombre "religioso" abandonó a la esposa por otra con la que amanecía
cada mes "orando".
En estos días me contaron una
historia casi, casi, casi tan descabellada como aquella. Yo mirándome a
mí misma con cara de "méteme el dedo a la boca" a ver si muerdo o
"Yo no soy tan pendeja" recordé la otra historia. La que acabo
de referir. Y aquí estoy yo; desde ese día pensando pensamientos y mirándome
adentro... bien adentro.
Patricia Lara
No hay comentarios:
Publicar un comentario