domingo, 9 de febrero de 2020

Salsa

Salsa

Hace ya algún tiempo fuí a un restaurante.  Nada de lo que ofrecían me encantaba.  Pero finalmente me decidí por unas costillas con salsa barbacoa.  No soy la más amante de las salsas ya que siento que ocultan el sabor de las cosas y además no me gusta y en muy pequeña cantidad la mostaza y eso en un perro caliente.  Así que pedí que por favor trajeran la salsa aparte.  Para mí sorpresa, las tales costillas venían nadando en ella.  Le dije al camarero que no las había pedido de esa forma y el se excusó (¿?) diciendo que las preparaban así.  Obvio, si me lo hubiera dicho antes no las habría pedido.  Ya en esa instancia y como tenía hambre, opté por comerlas.  ¡Y que sorpresa!  La salsa era la cosa más espantosa del mundo.  Jajajajaja.  No logré pasar bocado.  El mesero llegó y le dije que las empacara para llevar.  Me preguntó porqué y le dije que era lo más feo que había probado en mi vida.
Lo bueno del caso es que me trajo una hoja para que explicara porqué no las comí y finalmente no pagué por ellas.
No se siente uno bien ni cómodo en situaciones como éstas, pero seguro a todos nos habrá pasado.

Patricia Lara P

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