lunes, 10 de febrero de 2020

Despertar

*Despertar*

Agitada, despertó antes del alba, bañada en sudor y azotada por la angustia de un onírico viaje en el que presenciaba la devastación de su mundo. Respiró, aliviada, ante la certeza de que sus mayores temores habían quedado atrás, en la pesadilla de la que acababa de despertar. Miró su almohada y una paz liberadora invadió su cuerpo por solo unos segundos. Inmediatamente el fragor irritante que venía de fuera la estremeció...  corrió hasta la ventana, retiró el pestillo y apenas pudo abrir su boca, queriendo soltar el grito que un trozo de hielo ahogó al cercenarle el cuello.
 
Al atardecer, horas después de que amainara el huracán, cuando aún en las calles la gente se peleaba por la poca comida agua y refugio que quedaba, hallaron a Lissette degollada: su cabeza, a unos centímetros de su cuerpo de adulta saliendo de los cincuenta, yacía en un pozo de abundante agua y sangre, la tez lívida y la faz distorsionada, dejando ver una expresión de pánico inenarrable.  Sus ojos, aún abiertos, apuntaban hacia un viejo ejemplar de la revista _Collier's_ enchumbado de ambos fluidos, como queriendo leerlo. 
 
Una ráfaga de aire frío sorprendió al detective Rojas, quien estudiaba la escena en búsqueda del arma homicida. El viento movió con exactitud pasmosa las únicas hojas secas de la revista, que, entre manchones resecos dejaba leer _"A sound of a thunder"_ de Bradbury. Una ráfaga más fuerte hizo volar una foto que se adhirió a la cara del detective por unos instantes, exacerbando su ya creciente impotencia. Al soplar más fuerte el viento, elevó por los aires la foto, en la que reconoció la cara de un Ray Bradbury que, con una sonrisa socarrona, escapó volando por la ventana, cuyas hojas de madera desvencijada se agitaron estruendosamente.
 
Recordando la trama del cuento cuyas hojas al moverse exasperaban su ánimo, Rojas apenas pudo disimular su asombro. Giró sobre sus pies, trastabillando al tropezar con el cuerpo inerte de aquella mujer madura cuya muerte incomprensible debía descifrar, soltó una maldición por lo bajo al percatarse de las pequeñas manchas de sangre en su pantalón beige recién lavado, y salió dando un portazo.  Cruzó rápidamente entre los escombros de lo que fuera el pequeño vestíbulo y exclamando "¡ eso odio la ciencia ficción", ante los ojos atónitos del agente que resguardaba la escena desde afuera, esperando su ausencia para hacerse con el lugar y asegurar un refugio donde pasar la noche.

B. Osiris B.

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