viernes, 4 de septiembre de 2009

Salió a buscar el amor

Salió a buscar el amor, se puso su mejor sonrisa y secó sus últimas lágrimas. Serían las últimas, jamás volvería a llorar; fue su promesa. Sus ojos se secaron para siempre y una sonrisa se materializó en aquella cara joven tan bella.

Caminó de cara al sol, un futuro feliz la esperaba, nadie volvería a dañarla. Nadie la torturaría de nuevo.

Miraba a los ojos de aquellas personas con las que se cruzaba y se daba cuenta feliz que le sonreían.

Se detuvo frente a una vitrina, que exhibia el vestido soñado; entró, pagó por él, abandonó alli la ropa que traía. Se observó en el espejo maravillada y se dió cuenta que casi todo era nuevo. Nueva su cara ya sin lágrimas, nueva la sonrisa que resplandecía en su nuevo rostro y claro; tambien nuevo su vestido.

La vitrina de enfrente ofrecía calzado; compró un par de sandalias rojas, las más bellas y las más costosas además y se observó de nuevo.

Allí cerca había una peluquería, entró en ella y ordeno le cepillaran su larga cabellera castaña con visos dorados, sus ojos al mirarse brillaban con pasión, el suave cabello acariciaba su espalda, el traje se ajustaba a su cuerpo de manera sensual, cálida y muy provocativa. Sus sandalías dejaban ver sus pies pequeños y bien cuidados.
Se dijo a si misma que el amor la esperaba. Entró al bar de la esquina, pidió un trago, lo bebió lentamente sabiendose observadora y observada y allí en aquel sitio sintió el amor. Allí estaba. El amor la miraba desde la cara, más exactamente desde los ojos de un hombre apuesto. Alto, rubio, delgado pero atlético y muy bien vestido.

No esperó a que Él lo hiciera, Ella se acercó, lo tomó de la mano con un gesto privado, intimo y familiar partieron. ¿Hacia donde? Ella no deseaba regresar a su casa, su vieja casa. Ahora todo era nuevo.

Cruzaron la entrada de un hotel, el de moda del momento, se registraron como el señor y la señora... Subieron tomados de las manos y besandose apasionandamente, al llegar al cuarto se miraron con más intensidad. Ella no lo podía creer; su amor también era nuevo, sonreía feliz y su cara resplandecía de alegria.

No deseaba apresurar nada, recorrió el cuarto mirándolo todo, tocándolo todo. Mientras tanto; el amor la observaba recostado en un sofá. Era totalmente feliz.

Tomó el teléfono, ordenó algo y se fué aproximando a Él, al amor, con caminar felino, dejando a su paso una a una, lentamente, las prendas que acababa de adquirir... Una sandalia, la otra, su traje lentamente fue siendo desanudado y como al descuido dejó que resbalara por su piel tersa, blanca, delicada. Faltaba poco para llegar hasta su amor cuando alguién llamó a la puerta. Sonrio de nuevo con coquetería, anudó su vestido y abrió. Frente a ella el mozo joven y varonil portaba una bandeja con caviar y una botella de vino. Recibió su pedido, y como propina improvisada acarició con coquetería la mano del muchacho, que se retiro pronto sonriendo con timidez.
Depositó la bandeja sobre una mesa y destapó la botella, bebió con ganas, con sed, sirvió luego en la copa un vino rojo, tan rojo como su sangre y miró al amor mientras lo hacía. Se giró y desató su traje nuevamente, al caer al piso con la punta de el pié lo arrojó a un lado; se acercó al amor y bebió de nuevo ese vino rojo, embriagador. Esta vez no lo tragó, se aproximó aún más a Él y con suavidad deposito en sus labios, en su boca el vino.

Ella se arrojó en sus brazos, lo beso con pasión, lo desnudó despacio, lentamente. Rozando con las yemas de los dedos, usando las uñas pero sin dañar. El amor se dejaba hacer mientras observaba, era como si tuviera curiosidad por el encuentro, por lo que sucedía y el cómo sucedía.

Fue un día memorable e inolvidable para Ella. Por fin tenía el amor entre sus brazos, El se dejaba hacer, mimar y la besaba como nunca nadie antes la besó. Le hizó el amor, su amor con todas la pasión, con todas las fuerzas de su ser nuevo y recien descubierto hoy.

Casi en la madrugada, plena y feliz se durmió entre sus brazos.

Un rayo de sol se filtró por entre las cortinas, le iluminó la cara, los ojos y la despertó. Estiró su mano delicada y no lo encontró, lo buscó en el cuarto, en el baño, en la calle infructuosamente. Lloró, lloró amargamente, intensamente. Regresó al hotel, pagó, el vino, el caviar, el cuarto y sonrió de nuevo.
Sonrio feliz y se juró a si misma que esas lágrimas serían las últimas, y salió a la calle de nuevo, mirando al sol y pensando, imaginando que el amor si llegaría Hoy.

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