Aunque ustedes no lo crean...
fue el sol, yo lo vi.
Una casa pequeña, una familia grande, numerosa, un patio regular tamaño y una enorme planta de margaritas al lado de la puerta.
Una niña con traje azul, delantal blanco, zapatitos con patos dibujados en la suela, cabello largo y rizado en las puntas, ojos soñadores; mira al frente. Piensa, decide que hará hoy. Multiples opciones pasan por su cabeza; entre ellas, buscar huevos de lagartijas, subir a un arbol a bajar un nido y a coger los huevecillos de los pájaros, jugar ladrones y policías e incluso indios y vaqueros con sus hermanos. Pero esta sola, se aburre y ellos no estan en casa, muy seguramente fueron a la escuela.
Observa de nuevo embelezada y ve casi como si fuera por primera vez aquella enorme planta, llena de flores blancas con un bello corazón de oro.
Ya vió una vez a su madre cortar algunas para coserlas al borde de una de sus faldas para un desfile del jardín de infantes. Además cortó otras más y las acomodó con cuidado en su cabello delicadamente trenzado.
-¡Que hermosa se sintió ese día!
Mira de nuevo y se acerca con cuidado a la planta y arranca una flor, la va deshojando lentamente, cuidadosamente. Terminada la tarea toma otra flor y procede de igual manera, parece una novia enamorada preguntando si la aman, pero... Es muy niña para que sea eso lo que la induce a tal labor.
Una más y otra y otra. Avanza rodeando la planta, ya hay un hermoso tapiz de petalos y corazones dorados. Parece hipnotizada, lo esta.
De pronto, un grito la saca de sus cavilaciones.
-¡Por Dios! ¿Qué pasó aquí? ¿Qué es esto?
La niña mira asombrada para todos los lados, al frente suyo; a la planta, al piso y ve con asombro el estropicio que ha armado. Temiendo con sobrada razón el castigo, responde prestamente.
- Fue el sol, yo lo vi.
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