miércoles, 30 de septiembre de 2009

Fue el sol, yo lo vi.

Aunque ustedes no lo crean...
fue el sol, yo lo vi.

Una casa pequeña, una familia grande, numerosa, un patio regular tamaño y una enorme planta de margaritas al lado de la puerta.
Una niña con traje azul, delantal blanco, zapatitos con patos dibujados en la suela, cabello largo y rizado en las puntas, ojos soñadores; mira al frente.  Piensa, decide que hará hoy.  Multiples opciones pasan por su cabeza; entre ellas, buscar huevos de lagartijas, subir a un arbol a bajar un nido y a coger los huevecillos de los pájaros, jugar ladrones y policías e incluso indios y vaqueros con sus hermanos.  Pero esta sola, se aburre y ellos no estan en casa, muy seguramente fueron a la escuela.
Observa de nuevo embelezada y ve casi como si fuera por primera vez aquella enorme planta, llena de flores blancas con un bello corazón de oro.
Ya vió una vez a su madre cortar algunas para coserlas al borde de una de sus faldas para un desfile del jardín de infantes.  Además cortó otras más y las acomodó con cuidado en su cabello delicadamente trenzado.
-¡Que hermosa se sintió ese día!
Mira de nuevo y se acerca con cuidado a la planta y arranca una flor, la va deshojando lentamente, cuidadosamente.  Terminada la tarea toma otra flor y procede de igual manera, parece una novia enamorada preguntando si la aman, pero... Es muy niña para que sea eso lo que la induce a tal labor.
Una más y otra y otra.  Avanza rodeando la planta, ya hay un hermoso tapiz de petalos y corazones dorados.  Parece hipnotizada, lo esta.
De pronto, un grito la saca de sus cavilaciones.
-¡Por Dios!  ¿Qué pasó aquí?  ¿Qué es esto?
La niña mira asombrada para todos los lados, al frente suyo; a la planta, al piso y ve con asombro el estropicio que ha armado.  Temiendo con sobrada razón el castigo, responde prestamente.
- Fue el sol, yo lo vi.

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