lunes, 3 de agosto de 2009

Esperando esperanzas

A mi amiga.


Una lágrima resbalaba lentamente por su mejilla, esa mejilla llena de surcos y arrugas ocasionadas no solo por la edad sino por la tristeza al recordar como si hubiera sido ayer aquel encuentro. ¿Cuanto tiempo había pasado desde ese momento?
Mucho, poco. Dependía este concepto de la perspectiva desde la cual la miraba ya que algunas veces se recordaba joven y sonriente y otras solo se veía tal cual y como cada día se veía a si misma al espejo. Si ella misma contemplaba la escena diferente, los demás, ¿cómo la verían?
Muchos pensaban que había desperdiciado su vida en la espera, pero... No entendían que ella no habría podido hacer nada más. Solo esperar y esperar sin cansancios, sin rencores, sin dudas ni desilusiones. Solo esperar y esperar...
Quién le diría que dos meses de toda una vida, una vida por demás larga, más de setenta años, era lo que le haría sentir que vivirla había valido la pena.
Setenta y algo validados, maravillosamente validados además por dos meses, dos inolvidables meses.
!Dios¡ Aún ahora al recordar lo vivido, no cambiaría nada de su historia. Bueno, en realidad quizá. No quizá, con seguridad habría preferido un final feliz, pero...Entre esos dos meses maravillosos y nada, eran mejor; infinitamente mejor... Ellos.
Haciendo y haciendo cálculos, habían sido sesenta días y si se pensaba en horas pues mucho mejor, ya que esas horas y esos minutos fueron los mas felices de su historia. Los minutos, los segundos, todos uno a uno fueron bebidos con frenesí.
Los años fueron pasando, la piel perdió su lozanía y los ojos el brillo natural de la edad y de la felicidad, pero siempre en su corazón existió ese rescoldo de ternura, esa gran calidez con nombre propio. Si, el suyo. El recordado siempre aunque alguien hubiera querido acabar con todo, incluso con sus recuerdos.
Si... Había valido la pena... Después de haberlo vivido así; real, tangible. Estar como ahora estaba, esperando y viviendo de su recuerdo.
Finalmente algunas personas ni eso tienen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Veo

  Veo esas paredes de bahareque, blancas. Puerta roja a juego con la única ventana. Veo a María la O con sus ojos brillantes, su sonrisa y s...