Trinidad
Estos eran Pepito, Pepita y José. Ellos vivían en la misma casa y compartían todo. Incluido el cuerpo.
A veces al despertar era José el que lo hacía. Él se vestía muy masculino. Iba a su trabajo y al salir de el, se iba de copas y de chicas. Le gustaban rubias y esbeltas.
Otros días amanecía y se sentía Pepita. Usaba entonces para ir a trabajar faldas cortas y tacones sensuales, se maquillaba primorosamente y adornaba su rubia cabellera con bellas y coloridas pañoletas. Al salir del trabajo gustaba pasearse por el centro comercial. Compraba aquí y allí alguna cosa, cenaba y se iba feliz para su hogar.
Alguna otra mañana se sentía indefinible. Y entonces se llamaba Pepito. Se vestía con desgano. Poniéndose por ejemplo un pantalón, pero usando alguna blusa estampada con mariposas o flores. Usaba entonces una gorra que le ocultaba el cabello. Se ponía rimel y brillo en los labios. Llegaba a su trabajo como siempre y al salir, caminaba por las calles con las manos en los bolsillos, pateando una piedra, una lata, algo. Comía de prisa y de pie alguna comida rápida y regresaba a su casa. Se duchaba y se dormía pronto.
Esos días eran los menos. Pero igual todos los días se sentía feliz
La gente que los conocía los apreciaba y se adaptaba a sus estados de ánimo. Finalmente era un ser humano genial cada día de sus días.
Patricia Lara P
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