Ponte en mis zapatos
Póngase en mis zapatos me dijo. Instintivamente le miré los pies. Minúsculos. Los míos eran más grandes y algo planos debido a que caminaba mucho todos los días. Hasta los tobillos con los años se habían hecho más gruesos. Sus pies por el contrario entraban en esos zapatitos casi infantiles. Un tacón puntilla era lo que los hacía ver más adultos y el color rojo me los hizo pensar sensuales.
Póngase en mis zapatos. Y ahí si vi su rostro rosa, sus labios carnosos rojos, sus cejas perfectas, la nariz respingada, todo eso por decirlo de alguna manera; encerrado en esa cabellera rubia, ensortijada y abundante.
Póngase en mis zapatos y ahí me percate de su cuerpo perfecto de 1:50 centímetros de altura más o menos.
Bueno, así textual textual no se podía tomar la frase. Yo era completamente diferente.
Retomemos entonces porqué motivo ella deseaba que yo me pusiera en sus zapatos.
Ella, me dijo que había regresado a su hogar un par de horas antes de lo acostumbrado y había encontrado a su esposo, el padre de sus hijos preparando la cena. Pensó en ese instante que se afanaba por ella. Que quería sorprenderla con un comida caliente y rica. Lo vio abrir los ojos asombrado mientras de sus manos caía y se hacía añicos la ensaladera de cristal que les había obsequiado en su boda un amigo. En ese mismo instante y como si fuera un sortilegio o si se tratara de brujería, por la puerta del cuarto salía una mujer desnuda.
No tuve otra cosa que hacer más que agarrar el cuchillo que estaba ahí frente a mi mano, era como si esperaba que lo tomara pues se adaptó a mis dedos y palma de manera singular. Sin mediar palabra ni pensar en nada salte los dos pasos que de mi lo separaban y clave el arma en su vientre primero, en su pecho después, atravesé sus manos protectoras. Después, no supe... No sé si hubo un después.
Al cabo de un segundo la ví a ella sangrando a mis pies. Creo, no estoy segura que le metí el cuchillo en el cuello que el golpe fue tan certero que casi le separó la cabeza del torso.
Póngase en mis zapatos señorita. En serio hágalo. O dígame por favor, ¿Usted qué habría hecho?
Patricia Lara Pachón
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