sábado, 2 de noviembre de 2024

Amigos íntimos


 Soy Roberto.  ¿Roberto? Ni yo mismo sé a ciencia cierta quién soy. Estoy aquí  acostado.  Una cama más bien dura, aquella en la que yace mi cuerpo adolorido. ¿Será eso? o sencillamente estoy en lo que decidí hace tiempo, sería mi último lugar en el mundo. Tengo los ojos cerrados y temo abrirlos para constatar una de dos cosas. Ambas en realidad me dan miedo, terror para ser sincero.  Una... Lo logré y ahora estoy muerto, bien muerto y esperando el tan mentado castigo eterno. temo despertar en el infierno frente al demonio mismo. El cual va a infringir en mi cuerpo, en mi alma el mismo horror, dolor, tortura.  Una y otra y otra vez y por los siglos de los siglos, como castigo por mi vida destruida, por mi último acto de amor propio.  O dos... fallé y estoy ahora mismo abriendo los ojos a la cruel realidad, esa de la que he querido alejarme.  Y ahora mismo estoy  regresando al terrible enfrentamiento con la familia. A la lucha con los loqueros. A tener que tomar esa medicación que me hace sentir mal, tanto que quizá es peor que soportar los dolores de mi almaEsas pastillas que me deja atontado, somnoliento y sin alientos de hacer nada, todo el infernal día. Ah y si como eso no fuera poco, también la horrible noche, la espantosa y larga noche  que no me deja reposar en paz, que me hace tener mil pensamientos, que me envenena el alma y me destruye.

Estoy aquí, luchando; embebido en mis tristes pensamientos cuando de pronto y con gran estupor escucho susurros primero y una conversación más audible, inteligible después...
Presto atención. Casi dejo de respirar para escuchar mejor y para impedir también que se enteren de mi presencia.  Sino de ella por lo menos que no se percaten que estoy despierto. Despierto y vivo.  Si, muy a mi pesar, vivo.
Ahora si escucho con claridad... Son dos hombres los que hablan. Oigo  como  uno le dice al otro:
-Me cuentan querido Federico que quisiste quitarte la vida.
-Si, ¿y eso en qué te afecta Julián? No quieras ahora mostrarte como mi amigo. Nunca lo hemos sido; cuando intenté acercarme a ti no logré hacerlo. Me vi ante una puerta que jamás se abrió.
- A mí pareciera que en nada me podría afectar tu intento y de haberlo logrado, tu ausencia. Pero en realidad sí me habría dolido. Porque ciertamente habría sentido un gran remordimiento Federico. Bien lo dices, jamás te deje acercarte, jamás te abrí mi corazón, jamás te di un abrazo, un consejo, un consuelo.
- Fallé Julián, fallé estúpidamente. No volverá a pasar -lo juro-. La próxima vez y sé que habrá una próxima vez; investigaré aún más. Deben haber en internet videos, tutoriales, documentos de todo tipo, un compendio de consejos y recetas para mi, para suicidas.
- Me imagino que sí Fede. Cuando quieras te ayudo. Aún cuando debo decirte, que lo intenté también. Y que entendí al sobrevivir y haber quedado así como me ves, que nadie se muere la víspera. Uno podría pensar que es sencillo. Pero no. Mírame a mí. Me arrojé de un piso nueve, leí que desde un piso cinco no hay pierde y tuve la "fortuna" de atravesar "suavemente" primero una vidriera, la que me corto inmisericorde el rostro, los brazos, las piernas; pero no la yugular, la femoral o alguna otra arteria que me hubiera  desangrado en instantes. Luego y como si no fuera poco, el golpe contra el piso destrozó mi columna vertebral. Quedó hecha añicos. Y aquí estoy. Odiando cada día más esta vida de mierda. Si antes era espantosa, ahora es insoportable. Y no solo la vida... la gente. Aquellos que me ven y se conduelen o burlan según las circunstancias. Según el cariño que me tienen.
- ¿Entonces esa silla de ruedas y todas esas cicatrices no fueron por un accidente como alguien en algún momento me dijo Juli?
- Ese alguien fui yo mismo Fede. Es que me daba mucha vergüenza hablar del "incidente".
- ¿Vergüenza por qué?
- ¿Cómo qué por qué Juli¿No haber logrado mi cometido te parece poco?. Y peor aún, no haber podido volver a intentarlo siquiera, o mejor, no poder lograrlo  después debido a que  la gente a la que le "importo" no me volvió a quitar los ojos de encima. Olvidan o ignoran mejor, el dolor tan intenso que siento.
- Si Fede es lo mismo que me pasa. Pero a la menor oportunidad lo intentaré de nuevo y está vez sí que lo lograré. Está vida inmisericorde es insoportable. Yo no quiero sufrir más. Estoy tan agotado que el pecho me duele. Y está sonrisa ficticia es una máscara que se adhiere a mi piel solo para engañar a la familia, a los amigos. Ellos deberían ayudarme. El grito en mis oídos es constante. Necesito alguien que me ayude. Por favor... AUXILIO.
- Quiero ayudarte Juli, para que me colabores también. Intentaré entretenerlos para que puedas  investigar, buscar ayuda, encontrar a alguien. Obviamente necesito y quiero participar también. Yo igual que tu, necesito dejar de sufrir.
- Matarse debería ser un derecho Fede, prácticamente una obligación. Nadie sabe lo que duele sentirse como me siento yo, como te sientes tu.
- Si, nadie lo sabe Juli.
Se hace un silencio total en la habitación, el cual rompo al ser el tercero en la conversación.
-Yo sí lo sé Federico  y Julián, yo me presento. Soy Roberto, Tito para los amigos.  Deseo ser partícipe de su búsqueda, deseo como ustedes que cese este dolor que me ocasiona vivir. Quiero morirme. y para lograrlo, debemos ser amigos. Podemos ser amigos. Amigos Íntimos.
Patricia Lara Pachón 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Mi tristeza

 Mi tristeza  Se dibujará sólo un instante en un brillo o en un oscurecimiento de mi mirada. De ahí en más. Si alguna vez acaso, se asoma po...