miércoles, 25 de noviembre de 2009

Niña Mujer

Fue nada más verla para comprender que estaría irremediablemente enamorado de esta bella mujer hasta el final de sus días.
Intentó acercarse a ella por todos los medios posibles pero un cuidado excesivo por parte de sus padres, amigos y familiares se lo impedía. Desde lejos ella le sonreía con un poco de picardía en los labios y la mirada.
Pasó el tiempo y un día, después de haberla seguido un poco se le acercó en misa, la miró a la cara y tomándole una mano tibia y suave se presentó. “Gonzalo Londoño a su servicio señorita” Ella con la sonrisa de siempre en la cara, la mirada un poco perdida en la distancia, pero sin atinar a decir nada retiro la mano y la depositó suavemente en las de su madre que al otro lado de la silla se encontraba.
Pidió permiso para visitarla y ahí se enteró de la noticia que en nada cambiaría su deseo de conocerla, hacerla su novia primero y esposa después. Ella padecía de un retraso mental acompañado de ataques de epilepsia, los cuales no habían podido ser controlados por los médicos con ningún medicamento existente.
Aún así pidió permiso para visitarla, comprometiéndose a pensar en lo que pretendía hacer.
Los días que viajaba por una de las carreteras en las que trabajaba ya que era conductor de tractomula lo pensaba y lo siguió pensando las noches y los días siguientes y también mientras regresaba a la ciudad en la que vivía Rosa María y al llegar aún lo pensó un poco más antes de acercarse a su casa para visitarla.
Pero Gonzalo no tuvo otra opción; el amor lo había tocado tan profundamente que entendía que su vida sin esa niña mujer no tenía sentido.
Habló con sus padres y la pidió en matrimonio. Le fue negado el consentimiento primero con rabia y al cabo del tiempo tratando de disuadirlo por los múltiples problemas que ella tenía y que suponían además sus padres le ocasionaría.
No hubo poder humano que lo convenciera de lo mala que para todo el mundo era esta decisión; así que le permitieron ser su novio con el convencimiento que con el paso del tiempo el mismo cambiaría de parecer. Empezó a visitarla y en lugar de flores llevaba muñecas de diferentes formas, tamaños, colores y materiales, vajillas de colores y animales de peluche.
Ella fue adaptándose a él, encariñándose de aquel señor que con mucha frecuencia llegaba con regalos y golosinas y que jugaba con ella en las largas horas en que la visitaba.
Al cabo de un tiempo logró vencer la resistencia paterna y los convenció de su amor por ella y de que la decisión tomada por él era real.
La amaba tanto que estaba dispuesto a cuidarla por siempre, a amar a la niña que vivía en aquel cuerpo de mujer. La mujer que amaba.
La ceremonia fue para ella de juegos y regocijo, para la madre de ella de angustia total y para la familia como una cosa de locos.
Finalmente en la noche de bodas el amor por ella era tal que la fue llevando amorosamente a sus brazos y el matrimonio se consumó.
Por lógicas razones no debían tener hijos y él se encargaba de cuidarla y de evitar que por cualquier motivo algo como eso sucediera. Además para qué podría él desear hijos si en ella tenía el compendio de todo.
Cuando salía de viaje se cuidaba de dejar siempre a alguien acompañándola en la casa, normalmente la madre o alguna de las hermanas; y sino eran ellas el posponía sus viajes o contrataba alguien que la cuidara.
Vivieron años de felicidad total, ella incluso estaba mejor cada día y los ataques epilépticos se espaciaban, tanto que solo le quedaba la dulzura que caracteriza a las personas con retraso mental.
Quién podría imaginar que la tristeza y el dolor se escondían en una curva del camino. El, apurado por llegar a los brazos de su amada se distrajo un momento y fue fatal el golpe que recibió al momento de rodar por la montaña.
Nadie podía creerlo. Siempre supusieron que ella moriría primero y luego él la seguiría pero fue al contrario.
El exhaló su último suspiro con el nombre de Rosa María en sus labios; mientras ella en su casa aun lo espera, jugando con las muñecas que él en cada viaje le traía.

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