El pan nuestro de cada día dádnoslo hoy Dios, Padre misericordioso. A mí, que desde aquí observo. Y al señor que en su auto y con el ceño fruncido; conduce. A la señorita casi niña que llora y habla con un joven casi niño también mientras se toca el vientre y él, asustado la acaricia y abraza. A la mujer que sonríe y piensa quizá en amores. A la pareja que allá, en ese túnel húmedo del río elaboran un árbol y un pesebre para ese niño que sobre las tablas gatea y feliz juega.
domingo, 29 de noviembre de 2009
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