Hoy recuerdo las sonrisas
que nacieron en tu compañía
y que, cansadas de esperar tu regreso,
murieron –una a una- en la desesperanza.
Clamaban tu presencia
mas no llegaste para avivar su fuego,
se estrellaron en los muros sombríos
de esta casa sola en que me he convertido.
Ya ni el eco de esas risas
podrás escuchar.
Solo hay vacío y unas ganas terribles
de escapar de aquí.
Mis ojos, enceguecidos por la espera,
aún albergan la ilusión de tu regreso
se niegan a apartarse de esa ventana,
a la espera de un indicio que revele tu presencia.
¡Pobres! La ventana que creen ver
ya no existe. Ni siquiera pueden divisar la luz.
Esa, y la certeza de que nunca volverás,
son las únicas verdades rodean
este mundo de mentiras
en el que me exilié de tu distancia.
Y no, no es llanto esto que hoy baña mi rostro
es un ejercicio diario
para olvidar cada promesa rota,
cada olvido… para acallar para acallar el estruendo
de tantos recuerdos.
Para dejarme morir.
B. Osiris
B.
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