lunes, 9 de diciembre de 2013

Ella y Él





Ella lo esperó muchas noches, adosada como estaba al dintel de yeso que adornaba el balcón. A la espera, languideció su cándida juventud, sus músculos perdieron tonicidad y su piel la tersura que antes fuese digna de admiración. No recibió ni una carta que le hablara de sus aventuras y sirviera de refugio ante aquel temporal de tristeza que le asoló la vida entera.

Él no pudo escribir la primera de sus misivas. Murió joven –heroico, estoico y estúpido- blandiendo inocentemente un machete para enfrentar a una montonera armada hasta los dientes con escopetas y fusiles. Al primer movimiento de su brazo para surcar el aire con su pico ´e loro, cayó abatido por una oleada de plomo. En el desvarío de su último hálito de vida, la vio venir hacia él y se dejó caer en sus brazos. Fue el mejor y el peor de los días en la vida –y en la muerte- de un joven amante cuyo cuerpo desapareciera, esparcido en el llano, bajo la pisada indolente de cientos de jamelgos cabalgados por hombres que entonaban cantos de justicia y libertad.

Luego de la avanzada, solo su cantimplora –tallada en las noches de nostalgia, temor e insomnio con el nombre de su amada- fue la prueba final para saber de su paradero. Desde anoche, ella llora, sujetando esa reliquia que le trajera el correo, abrazada como niña a la calidez de su recuerdo.
B. Osiris B.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me acuerdo (II) El velorio

 El velorio  Me acuerdo cuando  en la casa de la abuela velaron esa niña recién nacida. Me acuerdo que le pusieron mi vestido y zapatos de b...