martes, 17 de diciembre de 2013

El pozo




La anciana solitaria caminó al pozo una vez más. Cansada la espalda y encallecidas sus manos, rememoró el día en que, orgullosa, le propuso a su consorte dejar de pagar los derechos al acueducto de la ciudad y –cual aventureros postmodernos- emprendieron la construcción de aquel pozo que luego sería la fuente de sus mayores sufrimientos. Una mirada triste al pozo le recordó también cómo su amantísimo esposo había fallecido justo dándole a la manivela. Un paro cardíaco, dijeron en el hospital. Pero ella sabía muy en el fondo que a él lo había matado la tristeza y el cansancio de tantos litigios que debieron llevar en contra de la municipalidad para poder quedarse con el pozo. No tuvieron hijos, así que ella quedó sola en la inmensa vastedad de sus terrenos y en el inmisericorde silencio de aquella casa tan vacía sin su amor de tantos años. Sola, con un pozo y sin un marido. Con un pozo… y sin un amor.

B. Osiris B.

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