jueves, 26 de mayo de 2011

Lo llamaban el Muan

(Mohán)

Vivía a orillas del río y era un experto en consolar mujeres. Jóvenes o viejas, gordas o flacas, bonitas o feas, con bella dentadura o desdentadas. Él las veía llegar cariacontecidas, ojos llorosos, maltratadas muy seguramente por sus esposos o sus familias y claro, el famoso Muan siempre estaba ahí para consolarlas.

Se les acercaba solícito, atento. Les ayudaba con las grandes cargas de ropa primero y luego les entablaba conversación para hacer más fácil la tarea de lavar, despercudir e incluso zurcir. Y claro, en el transcurso del día o de una que otra semana las convencía, las enamoraba.

Era un hombre atento, educado, y no muy feo por cierto, que llegaba cargado de sonrisas y de algún pequeño regalo; pero sobre todo cariñoso y preocupado por el bienestar de la dama y por eso siempre las conquistaba.

Se entregaban a él por el solo placer de saber que engañaban y de algún modo le hacían daño a su victimario. Y luego por el placer en sí mismo, que el hombre les proporcionaba pues era un gran conocedor del arte de hacer el amor. Conocía sitios, partes del cuerpo que jamás pensaron ellas les proporcionarían tanto placer y al entregarse explotaban. Exploraba su cuerpo de forma tal que enloquecían y acudían cada vez más a su encuentro.

Al cabo de un tiempo no había forma de ocultar lo que sentían y no pudiendo hacer frente a la situación en sí y admitir lo que en ellas pasaba declaraban con chispas de satisfacción en la mirada y que solo ellas mismas entendían que habían sido embrujadas.

Solo un hechizo las haría hacer lo que hacían. Jamás en sus cabezas entraría la más mínima posibilidad de ser infieles, de engañar a sus familias con tal saña. Así, que el malévolo Muan era el único responsable.

Por eso las mujeres no debían acudir solas al río, por eso no debían dejar que la noche llegara estando allí, por eso ellas no eran responsables jamás de lo que sucedía.

A orillas del río es que habita el Muan. La gente cree que es uno solo pero no… Muanes hay muchos.

¿Alguien tiene ropa para lavar?

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