viernes, 6 de mayo de 2011

El buey solo bien se lame

Siempre me dijeron que: “Más vale solo que mal acompañado”, y uno se pone a pensar y piensa que esa necesidad constante de estar rodeado de personas de hablar por hablar y casi ni pensar lo que se dice es quizás un temor... temor a estar con uno mismo, a encontrarse defectos, vicios, manías a saber que uno no es completamente bueno, que hay maldad en nosotros y rencores y odios y que jamás logramos olvidar las faltas que contra nosotros cometieron pero pronto olvidamos las que les cometimos a los otros.

Escucharse uno mismo es necesario y válido, hacer tanto alboroto en el cerebro que una fiesta parezca, inflar globos de múltiples colores y luego reventarlos, saltar sobre hojas secas mientras piensas o al menos recuerdas la infancia no tan lejana aún (ja) cazar lagartijas, observar aves, pescar aun cuando no desees atrapar nada pues odias el pescado y seguir escuchándote pensar, arrojar piedras al río y ver cómo se hunden y desaparecen. Llorar de nuevo por las personas perdidas en el arte maravilloso de vivir la vida.

Recordar lo que hicimos y tomar de nuevo decisiones -debí haber hecho esto o aquello- y aprender de lo bueno y también de lo malo y pensar y escucharte pensando, conociéndote, viviéndote mucho y reconociéndote aún más.

El buey solo bien se lame y se conoce y aprende de sí mismo y de su ruido interno.

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