domingo, 28 de julio de 2024

Y con el alma desnuda

 

Un día cualquiera abrí los ojos y nada. No ví nada. Nada nuevo. Sólo lo normal e invisible ahí estaba. Así que me di a la tarea de desvelarlo todo. Todo eso que era intangible pero que se vivía real si yo quería hacerlo.  Ahí estaba mi cama tibia y destendida y sobre ella estábamos Capitán, Ricardo y yo. Uno velaba, el otro comía distraído y yo escribía. Normal. Todo muy normal. Frente a nosotros, dos ventanas y en medio de ellas el televisor transmitiendo algo a lo que ninguno de nosotros le prestaba real atención. Abajo un cuadro, una repisa con el reproductor, y al lado el ventilador reposando sobre mi cajonera.  Un mueble que contiene infinidad de tesoros jajajaja. Algunas cosas que conservo porque no he logrado desprenderme de ellas y otras porque sencillamente no son del uso diario y cotidiano. 

En la esquina del cuarto a mi izquierda mas tesoros. Un cajón con retazos multicolores, una repisa llena de frascos de pinturas y pinceles. Un escritorio saturado de papeles y más frascos llenos de bellos colores. Más pinceles y un vaso, o dos o tres... Depende.
Atrás de eso el baño, al lado un pequeño corredor y un closet. Lleno, lleno de ropa.  
Y así mis cosas, imperceptibles, invisibles, personales. La vida de uno entera. En media habitación o menos. Bueno... Afuera, en otro espacio grande. Están mis libros, mis fotos, el computador que gracias al teléfono uso poco. La escoba que me ayuda a volar. Mis pinturas, y mas tesoros varios. Y ahí si... Toda yo. Completamente yo y con el alma desnuda.
Patricia Lara Pachón 
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