domingo, 16 de junio de 2024

Cómo veo a Dios

 Veo a Dios como a un padre bueno y amorosos, lo veo consolando, defendiendo a sus hijos, acompañándolos, curando sus heridas, etc.

A él

Le doy gracias; al padre.  Por mi abuela amorosa, por mis tíos; principalmente por Elizabeth que llenó mis días y noches de historias creadas y recreadas para nosotros.

Gracias por el azúcar lleno de hormigas que fue lo que unió a mis padres sin los cuales no habría tenido esos maravillosos hermanos, grandes compañeros de crianza.

Gracias por la música a mi izquierda y el rumor del rio cauca a mi derecha.

Gracias por permitirme aprender a leer y entender y luego por poder plasmar en letras tanta vida.

Gracias por ese par de hijos que engendré y por el buen hombre que llegó a mi vida para que pudiera yo tener ese maravilloso privilegio.

Gracias por los arreboles, por las noches pacíficas y apacibles. Por la facilidad que me diste para lograr dormir y repararme.

Gracias por la memoria, por las flores, por los colores.

Gracias por los alimentos que gracias a ti nunca faltan en mi mesa.

Gracias por la salud, por el agua, por el fuego. Por la adaptabilidad.

Gracias infinitas por las ganas.  ¿Ganas de qué? De vivir hasta donde alcance.

Yo.

Patricia Lara P

El

Nací en una familia numerosa, fui uno de los últimos miembros de ella, lo cual para nada fue un obstáculo pues llegue a ser el mas importante o famoso de todos.

No me sentí nunca muy seguro de mi apariencia física y recurrí a casi cualquier cosa para cambiarla.  Cirugías plásticas fueron las mas y claro otras maravillas de la ciencia que me ayudaron a perder gran parte de mi genética.

Empecé por la nariz y seguí con la curvatura de mis ojos, alicé mis cabellos, les cambié de color a mis ojos y seguí, seguí sin parar.

Así como era difícil para mi aceptarme tampoco quise que mis hijos se parecieran al ser que inicialmente fui.  Así que alquilé vientres y obtuve donadores de semen y de óvulos por supuesto.

Ser blanco era lo mío, tener hijos rubios era aun mejor.

Tanta crisis de identidad me condujo a las drogas las que fueron mi desgracia total.

El baile, el canto, la música en general me hicieron ser llamado el "rey de pop". Aun cuando para ser sincero yo jamás deje se ser el niño que además de que no creció tampoco encajó.

Describiendo a Michael 

Patricia Lara P


Blanco

 Sentí la humedad que se deslizaba por mi oído. Resbaló por el lóbulo de la oreja, escurrió lentamente por el hombro y manchó mi hermosa blusa blanca. Me asombró el color carmesí tan brillante. Esa gota que siguió fluyendo y generando esa luego enorme mancha. 

Me dio tristeza mi blusa. Soy pésima lavandera. Al cabo de un instante o de dos. La vida terminó de fluir y sólo quedó la sensación de desazón por la blancura que extrañamente era, fue lo más importante que me pasó en la vida.
¿Curioso no? Tanta vida, tantos instantes, tantos momentos y al final sólo importó el blanco.

Patricia Lara Pachón

Pánico

 Pánico 

Se cuándo va a suceder
El pecho se oprime
La respiración se entrecorta
Luego en carrera avanza
Se detiene 
Y de nuevo el galope
Las manos heladas y de golpe candentes
Las lágrimas afloran y se secan
Los ojos escocen
La piel arde
Se seca y se reseca
Los pensamientos 
Se desbocan
No hay manera de asirlos
Hay que sentarse entonces
Y respirar profundo
Hay que cerrar los ojos
Y dejar de pensar
De desear
De ser.

Patricia Lara Pachón 
>•<

Es el hijo de alguien

 

Escucho el chirrido. Clicliqui cli, clicliqui cli... Una y otra vez hasta que la mesa del anfiteatro llega a la altura adecuada. Descubren el rostro pálido y frío y efectivamente es el hijo de alguien. No el mío. El apretujamiento en el pecho se relaja con un suspiro audible. No es mi hijo. !Dios mío! Ahora que lo pienso el miedo contenido antes, y el descanso de ahora para pasar instantáneamente a la tristeza de los otros. Ese que yace ahí, es el niño de alguien. Esa persona lo extrañará de ahora en adelante por siempre. Cada instante le dejará un vacío. En el corazón, en el cuarto, en la mesa. Ya no habrá más esa molesta fila en el baño. Ya no habrán gritos ni reproches. Ya no habrán más llegadas tarde. Ya no tendrá una novia, una esposa, unos hijos. Ya no serán abuelos. ¡Dios mío! La vida debería detenerse ahí.  Para qué continuar. ¡Con eso basta!

Patricia Lara Pachón 

Cuéntame un cuento


-Cuéntame un cuento  -me ordena el hombre con barba que está sentado en el sofá de mi salón -lo miro un tanto asombrado, algo molesto e incluso, finalmente divertido.   No sé porqué motivo me habla así. Apenas lo conozco. Quizá he cruzado con él un par de palabras y si acaso también un par de miradas.  Me sorprendo viéndolo primero y dirigiéndole la palabra después. Sonriente y con la ceja levantada empiezo.

- Un cuento... ¿Un cuento? A ver... Dígame usted, de qué le gustaría que le contara un cuento. O quizá usted quiera que yo le cuente algo. ¿De mi vida?  Bueno, como no me conoce, como yo tampoco lo conozco... Como obviamente no nos conocemos... Hmmm, difícil para mí saber qué quiere usted que yo le cuente. Y más difícil aún que yo quiera contarle algo.  Igual eso no importa, finalmente sí quiero hacerlo.  Bueno, hay que matar en algo el tiempo. Este tiempo que creemos que matamos pero que es finalmente el que nos termina  matando a nosotros. Quiero decirle por ejemplo que hubo una vez un hombre viejo, con barba, que se sentó en mi sillón y sin más ni qué, me exigió que le contara un cuento. Y que yo decidí hacerlo. Yo, le hablé de su vida, La vida del viejo con barba que se sentó en el sofá de mi salón, yo le construí una historia. Su historia. Le di en sus años mozos una esposa hermosa, una mujer que fue su primer y único amor, la que le dio el sí, cuando él apasionadamente se arrodilló a sus pies y le ofreció no solo un anillo, sino su vida entera. La que le dio unos hijos generosos y sanos,  unos muchachos que los llenaron de orgullo con sus logros académicos primero y profesionales y laborales después, le hablé de su familia. De cómo crio a sus hijos, de lo mucho que amó la rubia cabellera de su mujer, sus labios turgentes, el brillo de sus ojos.  Le conté cuántos sacrificios hizo para poder  sacarlos adelante. Le conté cuán alto llegó en la empresa en la que trabajó toda la vida, le mostré cómo cada uno de sus hijos partieron  al formar sus propios hogares. Le hablé del cementerio, de la tumba siempre limpia de abrojos, de las flores que cada 17 de agosto le lleva a su difunta esposa. Margaritas blancas  con el corazón dorado.  Tan iguales a ella, además desde siempre sus flores favoritas. 
El hombre me escuchaba sin modular palabra. Cada una de ellas había calado en su interior de diferentes maneras. Le hacen saltar el corazón o prácticamente detenerlo. Respira rítmicamente o con locura según el instante del que le hable.  Yo, desde mi rincón a la par que le refería él cuento, también  lo observaba.  Notaba sus manos crispadas a veces, flácidas otras tantas. Observaba el brillo de sus ojos algunas veces febriles. Asimilaba su rítmica y acompasada o a veces agitada respiración.  De todas formas yo no paraba de contar.  Finalmente él era el que lo había pedido perentoriamente.  Y claro, ahora que tenía  su atención yo no quería dejar de hacerlo.  Finalmente la historia de ese hombre era la mía propia.  Yo era el fantasma que lo acompañaba diariamente.  Yo le proporcionaba  los pocos momentos de lucidez que él tenía.  Yo era el fantasma de su pasado hecho carne. Me di cuenta de eso, en tan sólo un instante de lucidez,  ocasionado quizá por la luz que encendió el enfermero al entrar en mi cuarto y poder en ese mismo instante observar, mi barba, mis ojos iluminados por el instante mismo de la conciencia de saber que era yo, que mi cuerpo, mi cara era los que se reflejaban en el espejo.
Cuéntame un cuento... Le dije.

Patricia Lara P

 >^-^<

Perseguida

 Salí de la casa cabizbaja. No sabía que pensar de lo que acababa se suceder. Tomé de prisa el sombrero, la bufanda y el abrigo y al salir di un portazo. Ni sé porqué lo hice. Igual me hizo sentir más fuerte y poderosa, esa mínima y agresiva acción.

Caminé despacio, respiré profundamente. De pronto percibí una sombra a mi espalda. Me detuve y miré. Nada. Caminé de nuevo y ahora no solo sentí por el rabillo del ojo la sombra, sino también escuché unos pasos leves. Casi arrastrados. Caminé más de prisa y prestando aún más atención. Sentí que quien me seguía caminaba más de rápido también. Ya no se cuidaba de no hacer ruido e incluso de ocultarse. Igual yo no sabía quien podía ser pues no me atreví a mirar atrás. Corrí... Se me dificultaba hacerlo debido a las cosas que llevaba encima y a los zapatos de finos tacones que se enterraban en las hendiduras del pavimento. Decidí entrar en la calle más próxima, me quite el abrigo y lo arrojé al rincón más oscuro que vi. De todas formas los tacones además de incómodos hacían más ruido del conveniente para escapar de quien me perseguía. Me los quité de prisa y lo más silenciosamente posible. Los dejé en el camino. Sentí un corte profundo en mis pies descalzos. De todas formas seguí corriendo.  El dolor era intenso y ahora sangraba y cojeaba dejando una huella brillante.  Me envolví la bufanda en el pie y fue más complicado aun correr. Sentí que en cualquier momento mi perseguidor me daría alcance. Así que me arrojé al piso, al lado de un habitante de calle. Me abracé fuertemente al hombre que apenas si se acomodó para dejarme espacio.  Traté de controlar la respiración para no llamar la atención de mi perseguidor. Me quedé quieta y con los ojos cerrados.  Sentí que alguien pasaba por el lado mirando fijamente. Pero siguió de largo. Respiré de nuevo profundamente y me dispuse a desandar el camino corriendo como si no hubiera un mañana.

Patricia Lara Pachón 

Me despierto

 Me despierto

Como me despierto hoy en día
Asustada
No se
Tanta impredecibilidad 
Me espanta
¡Dios mío!
En serio yo no sé 
Porqué "elegí"
Estos tiempos "interesantes"
Me gustaría 
Correr
Salir corriendo
Llegar a una playa
Instalarme allí 
Vivir plácidamente 
¡Ay por Dios!
Añoro dormir tranquila
Y despertarme
Sin miedo.

Patricia Lara Pachón 

Y tengo miedo

 Y tengo miedo. No tenía idea que me iban a tocar vivir "tiempos tan interesantes". Cuando estaba joven. Aun no soy una anciana por supuesto.  Pero cuando era más joven aun, pensaba que al llegar a ésta edad todo sería paz y tranquilidad. Me visualizaba sentada en una silla tejiendo, bordando, leyendo o sencillamente pensando. Quizá recordando las vidas pasadas. Es que no las puedo percibir como una sola, lineal. Me imaginaba transcurriendo cada bifurcación, cada recodo, yendo a cada rincón de mi pasado.

Y resulta que ahora. La vida me sorprende con tantas situaciones. Con tanta "impredecibilidad" y al parecer uno.  No está preparado para el cambio, yo no estoy preparada.   -Aún cuando el cambio es la constante-.
Y tengo miedo de descubrir que la vida como la conozco ya no va a estar más. Que los monstruos se ocultan en cualquiera y que cualquiera de ellos puede hacer que yo tiemble como una hoja al viento. Y que tema desprenderme del árbol y volar por ahí sin saber a dónde iré a parar. Puede ser un buen sitio y puede ser quizá que eche raíces y puede ser también que al renacer todo sea bonito. También es posible que caiga en un lodazal y me convierta en lodo o en arcilla. No se. 
Lo cierto del caso es que tengo miedo de todo aquello que pueda suceder e incluso de aquello que nunca pasará.
Valoro tanto la tranquilidad que es eso justamente lo que más deseo. Tantos cambios me llenan de congoja. Pero debo admitir también, que no soy de las que se amilana. No, yo soy de las que enfrenta el cambio y sigue con la cara al viento, despeinada y feliz. 

Patricia Lara Pachón 

Un serio asesino en serie

 Este era un asesino en serie tan serio tan serio que gustaba más el invierno que el verano. Luego, como hasta lo que gusta cansa. Decidió que tanta lluvia y pantano le aburrían. Buscó entonces un país del norte y llegó a allí mientras nevaba. Consiguió su primera víctima, se adentró en el bosque y qué creen. Se murió congelado jajajajaja. Creo que me estoy volviendo más boba que antes jajajajaja

Patricia Lara P

Caín

 Respiraba agitadamente. Su pecho subía y bajaba tan rápido que sintió que debía llevarse las manos al pecho y con ellas sostener su corazón que se le quería salir. Empezó a tomar posesión de su cuerpo. Respiró profundamente y exaltó despacio. Lo hizo por un lapso de tiempo tal que logró serenarse. Por lo menos eso parecía. En realidad su mente iba a mil. No sabía que pensar y mucho menos que hacer. A sus pies, sangrando copiosamente estaba Abel. Su hermano. El preferido de sus padres, de Dios.

El miedo que lo había embargado había cedido su lugar a una paz increíble. Su destino trazado desde antes de nacer se estaba cumpliendo por fin. Ahora ya no se llamaría Caín. Nombre maldito por los siglos de los siglos. Sería en adelante el mal llamado "judío errante". De ahora en más recorrería los caminos sin temor alguno. Su simiente poblaría la tierra y sería inmortal. No solo porque nadie podría darle muerte sino también por su creciente estirpe.
¿Castigo? No necesariamente, vivir eternamente es el sueño de muchos y los científicos se esmeran en encontrar la cura de la vejez.

Patricia Lara P

Pocas veces lloro

 Lloré a mares cuando leí la taberna de Emile Zola. La parte en la que el borracho maltratador mata a la madre mientras los hijos tiemblan y luego a la niña, su hija que la "reemplaza" en las labores de la casa y cuidado de los niños. Lloré cuando se murió de amor María de Jorge Isaac. Lloré y aún mi alma llora cuando se murió Gustavo Adolfo Bécquer Lara, mi gato. Otras veces he lagrimeado un poco... Solo una lágrima o dos.

Patricia Lara P

¿Escribir es sufrir?

 ¿Escribir es sufrir?

Bueno. Debo empezar por el principio. Empecé a escribir para entender a los otros y luego me di cuenta que si acaso lograría entenderme yo. Así que no tengo una línea sobre la cual escribir. Yo escribo de todo aquello que me sucede a mi, lo que le sucede a mis conocidos, sobre lo que leo o veo, sobre lo que me toca de alguna manera. Escribo con apasionamiento ya que no entiendo otra manera de hacerlo. El sentimiento más mínimo para mí es pasión. Porque es algo que me toca, y por lo tanto me inspira.
Yo no sufro al escribir y si así fuera, como disfruto escribir no puede ni debe ser entendido como sufrimiento.
¿Cuándo sufro? Cuando pasan dos tres días y mi musa no llega y no logro hilvanar dos líneas consecutivas.

Patricia Lara Pachón 

De gustos y disgustos


 Crecí en un barrio muy pobre. Nuestra casa fue entregada porque fuimos damnificados debido a haber sobrevivido a  un terrible deslizamiento de tierra. Al ser una comunidad de tan escasos recursos había muchas criminalidad. Mamá nos criaba sola. Éramos varios niños y ella temerosa de que nos sucediera algo malo o terminaríamos en "malos pasos" nos hacía estar en casa antes de las seis de la tarde. Nos daba la comida y nos hacía meter en la cama inmediatamente después. Ella encendía la radio y nos dormimos escuchándola.

Creo que mi gusto por el misterio, el terror e incluso esa imaginación desbordada que me acompaña proviene de todas esas noches.  La hora del terror era mi favorita. Aun tengo en mi memoria algunos de esos relatos y los revivo con gusto a pesar de que nuestra familia no pasaba en ese tiempo por buenos "tiempos".  
Aquí estamos, vivos.

Patricia Lara Pachón

Como ratas

 

Uno a uno fueron cayendo como ratas. La vida les cobraría con creces todo el dolor que le habían causado a esa niña y en ella a la humanidad entera. El pueblo se llenó de fantasmas. Las calles polvorientas, la paredes antes encaladas ahora cubiertas de lama y de hollín. Puertas apenas sostenidas por el viento. Lo único que podían esperar era morir rápido.  Pero no, eso no les sería concedido. 

Patricia Lara Pachón 

Buenos dias

 Y entonces el sol se estiró mucho, mucho. Se restregó un poquito los ojos. Bostezó largo y profundo. Lagrimeó y con la punta del dedo se retiró una lágrima. Sopló y ella se desvaneció en particulas ardientes. Se levantó de su cama y entró a la ducha. El agua se evaporaba al instante, así que se hizo algo así como un lavado en seco. Procedió a abrir la puerta y salió. Buenos días dijo. Y empezó a caminar despacio recorriendo el universo. ¡Ah vaina pensó! Esto es como un deja-vu. Ayer justo... Hice lo mismo. Al cabo de un instante la vista era tan bella que olvidó lo que acababa de pensar y se dedicó al disfrute.

Buenos días.
Yo, aquí... Imaginando cosas.

Patricia Lara P

Mi tristeza

 Mi tristeza  Se dibujará sólo un instante en un brillo o en un oscurecimiento de mi mirada. De ahí en más. Si alguna vez acaso, se asoma po...