domingo, 16 de junio de 2024

Caín

 Respiraba agitadamente. Su pecho subía y bajaba tan rápido que sintió que debía llevarse las manos al pecho y con ellas sostener su corazón que se le quería salir. Empezó a tomar posesión de su cuerpo. Respiró profundamente y exaltó despacio. Lo hizo por un lapso de tiempo tal que logró serenarse. Por lo menos eso parecía. En realidad su mente iba a mil. No sabía que pensar y mucho menos que hacer. A sus pies, sangrando copiosamente estaba Abel. Su hermano. El preferido de sus padres, de Dios.

El miedo que lo había embargado había cedido su lugar a una paz increíble. Su destino trazado desde antes de nacer se estaba cumpliendo por fin. Ahora ya no se llamaría Caín. Nombre maldito por los siglos de los siglos. Sería en adelante el mal llamado "judío errante". De ahora en más recorrería los caminos sin temor alguno. Su simiente poblaría la tierra y sería inmortal. No solo porque nadie podría darle muerte sino también por su creciente estirpe.
¿Castigo? No necesariamente, vivir eternamente es el sueño de muchos y los científicos se esmeran en encontrar la cura de la vejez.

Patricia Lara P

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