Sentí la humedad que se deslizaba por mi oído. Resbaló por el lóbulo de la oreja, escurrió lentamente por el hombro y manchó mi hermosa blusa blanca. Me asombró el color carmesí tan brillante. Esa gota que siguió fluyendo y generando esa luego enorme mancha.
Me dio tristeza mi blusa. Soy pésima lavandera. Al cabo de un instante o de dos. La vida terminó de fluir y sólo quedó la sensación de desazón por la blancura que extrañamente era, fue lo más importante que me pasó en la vida.
¿Curioso no? Tanta vida, tantos instantes, tantos momentos y al final sólo importó el blanco.
Patricia Lara Pachón
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