Y entonces el sol se estiró mucho, mucho. Se restregó un poquito los ojos. Bostezó largo y profundo. Lagrimeó y con la punta del dedo se retiró una lágrima. Sopló y ella se desvaneció en particulas ardientes. Se levantó de su cama y entró a la ducha. El agua se evaporaba al instante, así que se hizo algo así como un lavado en seco. Procedió a abrir la puerta y salió. Buenos días dijo. Y empezó a caminar despacio recorriendo el universo. ¡Ah vaina pensó! Esto es como un deja-vu. Ayer justo... Hice lo mismo. Al cabo de un instante la vista era tan bella que olvidó lo que acababa de pensar y se dedicó al disfrute.
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