martes, 1 de noviembre de 2011

Público y privado

Se desplazan por los pasillos faltos de todo. La vitalidad parece que se les escapó del cuerpo en el mismo momento en que ingresaron como doctores, enfermeros, camilleros, vigilantes, secretarios, auxiliares y demás. Parecen fantasmas del pasado remoto-próximo y como que se deshacen, se deslíen en el tiempo y son solo sombras indolentes que transitan de un lado para el otro. Van y vienen sin realmente hacer nada, sin decir nada y casi sin mirar a los ojos de los que están a su alrededor para no ser notados y a lo mejor por eso mismo solicitados o reconvenidos; para no mostrar una gota de vida o de interés en los demás que son gentes dolientes y enfermas todas.

Son sombras que nunca tuvieron vida y si la tuvieron la olvidaron hace tiempo. O sencillamente la dejan en la entrada de la clínica aquella y la recogen al salir para vivir de nuevo.

Les cuento, ayer tuve que ir en la tarde con doña Leo a su EPS -entidad prestadora de salud- El doctor que la atendió en su casa la remitió a este sitio a pesar de que le dije que ella cuenta con una póliza de medicina prepagada. Y la diferencia e indolencia de estas gentes comparativamente hablando es total. Jamás permitiré que la vuelvan a remitir a un sitio como ese a menos que sea el único disponible. No tratan a las personas como gente ni siquiera ellos mismos se perciben de esa manera. No son gentes; son entes que creen que le están haciendo un favor a uno. ¡Y no! Esos empleados se desplazan por los pasillos o corredores como fantasmas y a lo mejor eso es lo que son.

Cariños descorazonados de ver que las personas aprenden una profesión por amor y luego terminan sencillamente esperando la quincena para recibir un sueldo y punto.

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