jueves, 10 de noviembre de 2011

Joaquín Alberto

No es fácil para mí hablar de usted. No he logrado sanar mi corazón y a lo mejor esto sea una catarsis necesaria; a pesar de los años; para continuar y vivir ojala sin dolor.

Necesité un padre. Me imagino que ahora lo sabe. Mi vida -pienso yo- habría sido más feliz, más fácil si usted además de poner los huevos a que el sol los empollara lo hubiera hecho. Seguro dirá que hizo lo mejor que pudo; pero déjeme decirle que alimentar -y no muy bien por cierto- a tantos hijos no es ver por ellos, ni amarlos, ni preocuparse. Menos aún cuando sabía tanto de leyes como para no decir abiertamente que no deseaba darnos "su apellido" pero intentando por los medios posibles no hacerlo.

Uno con los años va atando cabos. Sumando y ante todo y por usted y gracias a usted, restando y llegando a conclusiones que para algunos no son de importancia pero que para mi si son y fueron de vital importancia.

Me dolió usted toda la vida. Hoy por hoy lo recuerdo y me duele aun cuando he logrado aprender a vivir y sobrellevar el dolor del recuerdo de una ausencia sempiterna.

A lo mejor era lo que tenía que aprender en la vida y a lo mejor gracias a usted he intentado siempre tener un matrimonio y un hogar agradable y amoroso; no solo para mis hijos sino también para los amigos y allegados.

Usted me dolió toda la vida y aun me duele. Saber que tengo otros hermanos que a lo mejor -no se- pasaron por iguales momentos o circunstancias. Saber que esas personas me resienten como igualmente los resiento yo a ellos. Tener conocimiento de sobrinos que debería amar y tener cerca pero que igual jamás podré acompañar o llevar a mi lado y que por supuesto no me llamaran tía.

Sé que mamá lo amo. No habría otra forma de justificar tanto abandono a pesar de que siempre y de alguna forma estuvo usted presente. Pero me preguntó si usted también la amó. Si fui o mejor fuimos fruto de una pasión oculta y reprochable o si en realidad fue el amor que los unió y de él somos simiente.

Me duele escribir estas cosas y saber que no tienen respuesta ni solución posible. Me duele saber que fui involuntariamente responsable del dolor de otras personas -su señora y sus hijos-. ¿Acaso usted; ustedes pensaron en lo que significaba esa relación forjada sobre el dolor de inocentes? Porque nosotros también sufrimos y crecimos solos, avergonzados y escondiendo además todos esos desagradables sentimientos.

Usted me duele don Alberto pues no tengo casi ningún recuerdo de usted en mi infancia, ni en mi adolescencia y mucho menos en mi adultez.

¿Me quiso usted? Me gustaría saber si fui alguna vez su niña, la hija que a lo mejor meció en sus brazos, si deseó darme todo lo que pudiera, que nunca me faltara nada y protegerme del mundo y sus dolores.

Creo que eso nunca sucedió. Creo que fui un incidente más en su vida, una boca más que alimentar pero no un ser humano al cual amar, al cual abrazar, al cual escuchar desde el amor de un padre preocupado y amoroso.

Usted me duele don Alberto.

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