Hace unos días acudí al servicio de atención médica. Tenía mi cita programada y esperaba en la sala "de espera".
Un doctor salía de su consultorio y en voz inaudible llamaba a una paciente. Una vez, dos veces y hasta tres. El hombre regresaba al consultorio arrastrando los pies y con la cabeza gacha.
En la segunda oportunidad llamó poderosamente mi atención ya que según mi criterio parecía muerto en vida.
Para la tercera vez mi mente suplicaba. "Que no me toque con él, que no me toque".
No sé ustedes que pensaran. Pero yo sentí y siento que no debe ser muy bueno en lo que hace, porque le falta vida, le falta pasión para atender a sus pacientes.
No, no me tocó con él. A lo mejor me habría sorprendido.
Yo.
Patricia Lara Pachón
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