Veo al fondo del platito de comida de Bástian una sola, única y abandonada croqueta. Es pequeña. Noto con sorpresa que alimentándose de ella hay unas diez hormigas. Yo les traigo como pereza a esos insectos. Son abusivos y sucios. Me lleno de indignación y decido asesinarlas una a una. Proceso a hacerlo con mucha satisfacción de mi parte.
Miro bien y yacen al descuido los cadáveres. De pronto veo a una de ellas correr por su vida. Mi instinto me dice: "aplástala". Pero mi sentido común. Que es el más común de mis sentidos se opone, pues cree que es mejor dejar una con vida, para que les cuente a las demás y se alejen. Obviamente los cadáveres de las otras estarán por allí como ejemplificante "ejemplo".
Quizá algún día me decida a contarles porque las hormigas no son de mis afectos.
Yo.
Patricia Lara Pachón
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