La Difunta
Su muerte fue absurda y ridícula, como su vida toda. Su familia no se sorprendió al ver el rostro de la difunta, distorsionado por lo que debió ser un súbito y profundo dolor, pero adornado con aquella sonrisa triste de la que hacía gala cuando los locos espasmos que la agobiaban de tanto en tanto hacían presa de su cuerpo. Se acostumbró a vivir con ellos, a dejarse sorprender y bromear a su costa, a que hiciesen parte de su vida, sin que se convirtieran en protagonistas de ella. Y así, sucesivamente, fueron haciendo propios y extraños de su entorno cercano, para disfrutar de una tertulia en su compañía, sin dejarse avasallar por los a veces muy inoportunos espasmos que, ya amenazaban con derramar el café dibujando una elipse en el aire con la taza entre uno y otro sorbo, arrojar el teléfono celular por los aires, o bien hacerle ver como si quisiera saltar de la silla con un afán levitatorio que para nada obedecía a su voluntad. Sí, se adaptó incluso a las novedades de su aparición y optó por sonreír con cada "estreno", a pesar del dolor ante cada conquista que lograban, haciéndola consciente de músculos y articulaciones cuya existencia, de no ser por el dolor o por aquellos súbitos movimientos y chasquidos, ni siquiera recordaría conscientemente. También de eso se mofaba, mientras le era posible pues, cuando creía que ya no tenía un lugar de su cuerpo para invadir, ¡zas!, un nuevo espasmo conquistaba el territorio desconocido que ya se le hacía su cuerpo. Y allí apoltronada en uno de sus sillones favoritos, tal vez mirando la montaña y disfrutando de su brisa fresca, o escudriñando las verdades y mentiras de un documental, posiblemente la sorprendió el más letal de aquellos "estrenos". Allí, desde su etérea nueva vida, observa el cuerpo cansado, compañero de aventuras y desventuras de tanto tiempo que yace inerte con una rotación cefálica de casi ciento ochenta grados. Lo mira y sonríe. Y en el aire resuena su última y primera carcajada burlona, mientras una ráfaga de viento azota puertas y ventanas en todo el edificio.
*Final 1*
Descubre que la brisa la bambolea, la estremece, pero no hay dolor. En un vuelo suave envuelve a sus amados, que celebran la vida de esa a quien por acuerdo tácito nadie llama por su nombre y a la que se refieren como "La Difunta". En amorosa despedida les acaricia y, mientras sonríe y les abraza, se vuelve una con la energía universal.
*Final 2*
Y cuentan los vecinos que, en noches de luna nueva, cuando nada alumbra el cielo y la oscuridad campea en el viejo edificio de apartamentos, con cada ráfaga de viento que sopla al caer la tarde, se oye su risa histérica por los pasillos y el frío cala hasta los huesos. Nadie dice su nombre, pero todos saben que es ella, "La Difunta" en su diario recorrido.
B. Osiris Bocaney
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