lunes, 30 de agosto de 2021

Con paciencia y salivita

 Paciencia y salivita (o dos versiones de un Cuento Ocioso, para matar el tiempo


_*Primera Versión*_

"Paciencia y salivita", dijo el elefante a la hormiga que, seducida por la expectativa de nuevas emociones y experiencias sexuales, se disponía a la prometida unión inter especies. Le prometió que no se la comería pues, por su naturaleza herbívora, no le era apetecible; además, siendo un elefante pigmeo de Borneo, era más pequeño que los otros que ella conocía, así que -con paciencia y salivita- era muy posible darse mutuo placer.

Y cumplió su palabra, no se la comió; también hubo paciencia y salivita en abundancia.  

Aún así los hollejos de la hormiga, reventada de dolor y emoción, vuelan por la sabana y el elefante,, aún insatisfecho, emprende su camino rumbo al hormiguero en la colina detrás del estanque. Camina y se arma de paciencia, salivita ya le sobra.

_*Segunda Versión*_


"Paciencia y salivita", dijo la elefanta a la hormiga macho africana que, seducida por la expectativa de nuevas emociones y experiencias sexuales, se disponía a la prometida unión inter especies, frotando sus pequeñas pero potentes ponzoñas.  

Con paciencia, trepó la enorme pata trasera de la elefanta hasta llegar a sus genitales. A ratos ella le animaba, susurrando piropos, enardeciendo aún más las fantasías de su audaz pareja sexual.  

Una vez en el punto, la elefanta le ayudó -a punta de mucha paciencia y salivita- a desplazarse por toda su zona erógena, la que comenzó a picar una y otra vez.  

La elefanta gemía, y expulsaba más y más saliva. Gemía. La hormiga macho, emocionada, picaba cada vez con mayor fruición.  

De pronto, el macho exultante se sintió morir ante un peso inenarrable. La enorme hembra ahogó su último gemido, los ojos exorbitados, la trompa espumante y las enormes patas flaqueando. Exhaló largamente y cayó sobre sus extremidades posteriores, al tiempo que veía a su pequeño amado sucumbir ante su peso.  

Shock anafiláctico, dijo el veterinario de la reserva, donde todos lamentan la accidentada muerte de la elefanta. En el hormiguero, la hormiguita hembra, triste y solitaria, llora a su macho, cuya muerte presiente, sin tener un cuerpo para darle formícida sepultura.

Osiris Bocaney

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