Y despuntó el alba y las avecillas felices cantaron. Las hojas se sacudieron melosas al viento fresco y enamorado.
De pronto el trueno. El grito ensordecedor y de nuevo la calma.
Una calma aprensiva, temerosa. Cargada de malos augurios.
La vida que conocíamos había acabado y empezaba una nueva. No por nueva mejor.
Adaptarse y seguir sería la consigna.
Patricia Lara P
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