lunes, 30 de agosto de 2021

530 preces


530 Preces

Hoy, como cada atardecer, se acicala cuidadosamente. Atiende con esmero cada pequeño detalle: las pantimedias blancas, los mocasines afanosamente pulidos, el corpiño bien ajustado, el liguero a la vieja usanza (dios guarde que con bragas, sacrilegio así sería imperdonable) y un maquillaje leve, casi imperceptible, que realza candorosamente sus rasgos faciales y le dan cierto aura de inocente picardía.

Se perfuma profusamente cual si se persignara en el nombre del padre y del hijo, mientras sonríe para sí misma y, mirándose al espejo, rocía su boca ("por si me besan", exclama, al ritmo de una leve carcajada), riega otro poco sobre su torso ("por si me abrazan", dice, mientras se guiña a sí misma con lo que ella concibe como  un aire de mujer de mundo) y, finalmente, aplica tres copiosas aspersiones en su entrepierna ("por si se pasan" , exclama, y sacude su cuerpo como en un escalofrío, mientras otra carcajada emprende el vuelo de su cabeza que se inclina,  buscando quién sabe qué cosa en el cielo raso).

Terminado el ritual, se dedica a colocar con parsimonia cada pieza de su hábito: la túnica, bajo la cual cobija la desnudez de sus casi sesenta bien vividas primaveras; el velo, que resguarda  un cabello bien cuidado, reflejo de horas en el salón de belleza de San Pablito, el cíngulo, de cuero por la cara interna y de una ligera tela por fuera y el sempiterno escapulario que, con un leve toque en la figura apropiada, pone a volar a cualquier alma y le abre las puertas del mismísimo cielo. Se tercia un bandolero bien dotado de la dosis necesaria de látex y gel,  y  mascarillas -una en uso y dos de repuesto-, que no pueden faltar en estos tiempos.
Como mujer creyente que es, a las seis de la tarde, ya en la puerta y lista para la buena obra del día, Raimunda -ahora ataviada como Sor Raimunda- sale a la faena de cada día de esta cuarentena, a patear la calle, de Concordia a Santa Teresa, redimiendo los pesares del espíritu y la carne.  Camina las cuadras lentamente y comienza sus preces en el nombre del...  La oración se silencia, ante la cercanía de un vehículo, seguro se trata de un alma hambrienta de su consuelo.  ¡Y allí va, Sor Raimunda, a repartir la gloria...  y otras especies!

B. Osiris B.

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