Crónica de colitas
Como todos saben
Gustavo salió enfermo de casa el viernes pasado. Lo esperamos primero, lo
buscamos después, lo lloramos todo el tiempo. Lo imaginaba muerto.
Pensé en los
gaticos de mi abuela que días después de desaparecidos de la casa eran
encontrados por ahí con la cabeza metida entre un hueco; alejándose de su ama
para no causarle dolor con la partida. Pensé en el egoísmo de la
naturaleza que los hace "hacer" eso.
Todos el día
esperaba sin esperanza alguna el retorno de Gustavo. Mis hijos en las
mismas. Mi hija que dice no creer en nada le prendía velitas a San
Antonio (el santo de la familia) para que el minino regresara.
Duelo total se
vivía en esta casa.
Ayer me encontré
con el vecino de al lado. Le comenté lo mal que yo estaba por la pérdida
de mi gato y con lágrimas en los ojos como siempre; durante todos estos días le
enseñé las fotos.
El señor; ya de
edad. Me preguntó en tres oportunidades si yo estaría dispuesta a pagar
recompensa por él. Mi respuesta tajante fue en las tres oportunidades que
no. Que yo creía y creo que por eso los delitos se convierten en negocios
rentables y que eso lo que haría sería fomentar el secuestro de mascotas.
Me dijo que si le
había hecho autopsia y le respondí que el gato no aparecía. Que igual
para mí, encontrar a mi gato sería suficiente.
No sé qué hora
sería pero de pronto suena el teléfono y mi hijo me dice. "Mamá ven
corriendo que Gustavo está a la vuelta de la casa". No me imaginé
nada; yo no podía creerlo. Igual agarro la bolsa de la comida y corro
como loca. Llego ahogada y media y efectivamente, en un techo de un
antejardín está.
Intenta bajarse
pero es cobarde y le da miedo el salto. Mi hijo quiere regresar a la casa
por una escalera y lo detengo. Le digo que trepe por la verja
enrejada. Lo hace y lo logra agarrar. Lo tomo entre mis brazos y lo
beso, lo recrimino un poco. Lo llevamos al veterinario y esta flaco, sucio,
muerto de hambre pero bien.
¡Que felicidad!
Lo hemos buscado
muchas veces por ahí mismo. Los tres. Mis dos hijos y yo. Lo
hemos llamado, lo hemos silbado. Y nada... Yo sin esperanzas para ser
sincera.
Bueno, redondeando
la idea y siendo malpensada como soy. Creo que mi vecino lo tenía
encerrado en algún lugar. Su señora les tiene pavor a los gatos y a lo
mejor ya estaba cansado de que varios gaticos llegan a mi patio buscando a los
dos míos. A lo mejor... quien sabe... logró agarrar al más manso de todos
y lo tuvo encerrado, esperando algún aviso ofreciendo alguna recompensa y al
saber que yo no estaba dispuesta a pagar nada lo soltó.
Lo bueno del caso
es que ya está en la casa, que está arrunchado ahora mismo con la niña en la
cama y que hoy a pesar del frio que haga le tocará baño.
Bueno; les cuento
que regresó la sonrisa a mi rostro. Uno sabe que los animalitos se mueren
pero no quiere quedarse toda la vida pensando qué pudo haber sido de él.
Por doloroso que sea; lo mejor es saber que partieron y que nos aguardan en el
cielo.
Gracias por acompañarme estos días en
esta dura espera. Dios los bendiga.
Patricia Lara P.
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