Son
tantas esas cosas que yo callo. Aquellas que no digo; palabras apretadas
en mis dientes, mordidas, maceradas. Palabras que amargas se convierten
en bilis. Amargura nocturna, que me despierta a veces. Y me pone a
pensar en mí. En lo que me hace feliz, en lo que me duele, en lo que debo
hacer, en mi infancia lejana, en mi juventud ida y en lo que me queda por
vivir. Si de años se trata, algo así como lo que he vivido hasta hoy. Y siento entonces que debo dejar de hacerlo y
decirlas, soltarlas al viento o si es posible endulzarlas. Bueno, para ser sincera también la dulzura
empalaga y se amarga. Así que por aquí
estoy. Pensando qué hacer con las
palabras.
Patricia
Lara P.
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