La niña Paty, cansada de correr por el prado, se recostó un rato
sobre la hierba. Jadeante y asombrada, vio como sus cabellos se convertían en
un cristalino riachuelo, de frías y refrescantes aguas. De sus ojos volaron
mariposas multicolores que adornaron el cielo. Sus manos, refulgentes
girasoles. Su aliento fue brisa fresca. Y de su falda brotaron jazmines que
perfumaron el ambiente al soplo de un suspiro. De sus oídos manaron aves
canoras que alegraron el momento en que se fundió con el paisaje. Y fue una con
Madre Natura, durmiendo en el solaz de aquella tarde asoleada de noviembre.
B. Osiris B.
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