Un día vi un par de rosas y me
hicieron pensar en la amistad que nos une así que compartí la foto contigo y
decidiste que con una secuencia fotográfica lograríamos escribir una
historia.
Aquí va la mía.
Aquellas rosas estaban unidas por un
tallo del que salían dos tallos más; uno
para cada una -siamesas parecían- , se veían y hablaban y reían y lloraban sus
penas a veces pero eran más las veces que se distraían viendo volar
las aves, observando como las pequeñas abejas se acercaban a sus corazones
abiertos y extraían de ellos la miel o miraban al cielo en silencio mientras la
una pensaba pensamientos y la otra imaginaba poesía.
La rosa "Osirosa" y la rosa
"Patrosa" esos eran sus nombres de pila. Fueron bonitos botones
amarillos y luego al crecer mostraron infinidad de colores desde el amarillo al
rojo pasando por otros tantos brillantes y vibrantes. Osirosa se abrió
perfectamente al sol mientras Patrosa se conservó en botón hermoso igual
pero negándose a madurar plenamente. Es que ella era tan, pero
tan vanidosa que siempre se dijo que moriría joven y perfectamente hermosa, así
que aun cuando pasara el tiempo ella siempre se sentía jovencita y como tal se
comportaba.
Ambas reían a carcajadas y contaban
chistes y le pedían a Dios por la salvación del mundo, por que la gente fuera
más buena, por que nadie pasara hambre ni afugias. Ambas en las noches miraban las estrellas y
admiraban la creación y se recreaban ante tanta belleza. Ambas escribían historias para contárselas luego
a grandes y chicos y ambas de nuevo conversaban y reían a carcajadas, de los
tallos de ambas surgieron brotes verdes y hermosos que luego se convertirían en
nuevas rosas.
La vida las fue llevando por
diferentes caminos pero unidas siempre por el tallo mayor se reencontraban a
veces y hablaban. No notaban realmente
el paso del tiempo hasta que un día un ruiseñor que por allí pasaba las señaló
con el pico y sorprendido dijo: “Tán tosta’s”.
No le prestaron atención pero la frase incomprensible al principio se
aclaró en el momento en el cual por fin se miraron con los ojos y no con el
corazón.
Osirosa y Patrosa eran un par de
rosas secas, tostadas por las inclemencias del sol y de la vida pero hermosas
aun y con un color tal que no podrían pasar desapercibidas jamás. Ellas nunca notaron el paso del tiempo, de la
vida hasta el momento y hora en que alguien más lo hizo.
De esa manera ahí están ellas
dos. Ellas embellecen el ambiente,
perfuman el aire y aun ríen y lloran a carcajadas en ese hermoso jardín en el
cual Dios las depositó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario