Me he estado cuestionando. Tengo cuarenta y ocho y en unos
pocos meses serán cuarenta y nueve y en un año larguito serán
cincuenta. Cincuenta años.
Sí... suena a mucho y a largo y a madurez rayando en lo que eso
conlleva o conduce; vejez. Bueno, no la vejez que a los cincuenta
vivieron los abuelos; incluso no a la de nuestros padres. Pero si a la
temida vejez a la que no quiere llegar nadie pero que irremediablemente llega a
menos que uno se muera antes por una enfermedad, un accidente o por la falta de
ganas de vivir que lo conduce a uno a tomar algo, arrojarse de algún lugar o
dispararse con algún tipo de arma.
Y bueno es que me he estado cuestionando porque a pesar de haber
sido hermosa -aun lo soy por cierto- los años son terribles y lo llenan a uno
de canas, de arrugas de manchas múltiples y multicolores. Lo
llenan también de grasas mal depositadas y cicatrices varias visibles a la
vista y no visibles también pero no por ello menos reales y dolorosas en las
noches de luna llena o amaneceres tormentosos.
Me pregunté y también les pregunté a los amigos qué cosas
debería uno hacer antes de cumplir los cincuenta años y fueron muchas y
variadas las respuestas.
•
Viajar a donde yo desee ir.
•
Vivir
sin prejuicios.
•
Irse
de mochilero a Europa.
•
Practicar
algún deporte extremo.
•
Aprender
la danza del vientre.
•
Nadar
con delfines.
•
Viajar
en globo.
•
Etc,
etc.
Yo miraba y miro la lista y no sé si esto es realmente importante
o si siquiera tengo ganas de hacer algo como eso. Y no es que no sean cosas importantes o
disfrutables. Es sencilla y llanamente
que no son las cosas con las que yo sueño o he soñado.
Pienso hoy por hoy que estoy en mora de hacer cosas reales por
personas reales. No es que mi familia no
sea real e importante, es que uno cumple una misión y creo que la mía esta casi
totalmente finalizada. Creo que he hecho
de ese par de criaturas que Dios me encomendó seres humanos de bien. Personas que les servirán a Dios y a los
hombres de la mejor manera posible.
Seres humanos de bien que igual que hice yo en su momento intentaran ser
felices a pesar de todo y de todos. De
corazón espero que lo logren. Sé que la
felicidad no es total ni constante, sé que hay momentos de oscuridad casi total
y otros de felicidad tal que encandila.
Y deseo para ellos mis hijos adorados más de los segundos que de los
primeros.
Así que sigo en la cuestionadera, en la pensadera.
Siempre desee hacer algún tipo de obra social, ayudar a las
personas más necesitadas, incluso hace muchos pero muchos años cruzó por mi
mente la idea de hacerme religiosa. La vida
no me condujo por ese camino pero igual sin ser monja hay muchas cosas que sé
que puedo hacer para ayudar mujeres, niños o ancianos. Los hombres; como género no es que necesiten
mucha ayuda. Ellos bien saben vivir sus vidas sin pensarlas
en demasía.
Cincuenta años y a lo mejor he vivido suficientemente bien como
para sentirme orgullosa de mí misma. O
no he vivido nada y he desperdiciado mi vida.
En qué momento me daré cuenta que hice algo valioso, válido, valiente;
algo que me haga inmortal a los ojos del resto del mundo o por lo menos ante
los propios ojos míos.
Es que tener hijos y criarlos bien o lo mejor posible no es una
gran hazaña, pues muchas mujeres lo lograron incluso solas.
Cincuenta años y siento el remolino que me envuelve, me succiona
me arrastra al fondo y veo mientras giro el cielo azul, una que otra nube que
flota, un par de aves que cruzan el cielo con o sin rumbo e intuyo la sonrisa
de Dios y no se si es una sonrisa de amor y bienvenida o sencillamente de sorna
el ver que me dio todo y que a pesar de eso, no hice todo.
Cincuenta años y aquí estoy sola… completamente sola y cuestionándome.
Patricia Lara
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