martes, 28 de febrero de 2012

La Doña recibe una visita




Tocó mirar y remirar la jotico, mija, pa´ desentrañar palabras... ahí le dejo, espero le vaya al molde, puejm!

La Doña recibe una visita
(Cuento corto para vivir con la cédula renovada)

Ellas llegaron una mañana de fin de mes de una año bisiesto -¡no podía ser más apocalíptico el momento!-, las vio desfilar por su rostro, una tras otra.
Angustiada, se caló las gafas para verlas mejor. Su cercanía la estremeció. No quiso contarlas, no es que fuesen muchas, pero evitó comprobar el adagio popular de que se multiplicaban al enumerarlas, lo que sí consideraba cierto es que eran muchas para su gusto.
Y, ¡para colmo de males!, hoy tocaba renovar la cédula… ¡Ni pa´ pensar en que aún no tocaba, pa´ consolarse!
De pronto, ¡reconoció a una!, la que apareció en la última mudanza, justo en el entrecejo… Y allí, a ambos lados de sus mejillas esas dos que se habían ido acentuando con cada alegría compartida con Lauris o el Jr… o con el par de peludos que a cada mañana la despertaban. ¡Ésas eran las más cercanas!, las más ¿queridas? En sus sienes, aquéllas que luego llamaría rebeldes (no había tinte que pudiera con ellas), una por cada pequeña riña con Mr. G., su querido consorte de tantos años… otra, por “verraqueras personales”… y así, ese día cada una –al igual que su dueña- reafirmaba su identidad… y le sacaba una sonrisa nostálgica.
“¡No, no, no!”, se dijo, “¡no se puede hacer empatía con el enemigo, estoy obligada a odiarlas! Pero, pasados unos instantes, las fue identificando una a una, recordando –incluso- su fecha de nacimiento… y cada recuerdo las fue suavizando a los ojos de su alma.
Suavemente, comenzó a hidratarlas ambas, a maquillar unas, a peinar las otras… Total, todas estas “pequeñas marcas” eran sus colegas, compañeras de camino y confidentes de sus más íntimos secretos. Y con ellas, intimidades por delante, se sentó aquella tarde a leer, a recordar y a sonreír…

B.Osiris B.

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