martes, 7 de febrero de 2012

Amaneciendo

Miro al cielo… Está lleno de nubes, una única estrella titila a lo lejos, a lo mejor solo es un fantasma de luz (pienso), la multiplicidad de colores ensancha mi alma. Respiro profundamente y a pesar de la contaminación de la gran ciudad siento el aire limpio de la mañana penetrar en mis pulmones... limpio por la lluvia nocturna y por el frío de los menos grados que me agota con solo pensarlo.
La piel de gallina me hace desear un café muy caliente y el abrigo de un saco; una chaqueta... ya las cobijas se enfrían solas en la cama.
Miro mis manos algo azules y empiezo a sentir el calor del sol que lentamente se va metiendo a codazo limpio entre cúmulos de nubes esponjosas y que con suavidad roza mi cara. Miro de nuevo mis manos y las abro, las observo por delante y por detrás y siento como Dios desea penetrar en mí a través de ellas. Dirijo las palmas de mis manos hacia el cielo y voy notando como suaves hondas de calor me embargan, percibo su energía cósmica y el poder que me llena y que yo misma irradio. En ese momento somos uno solo Dios y yo.

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