domingo, 20 de junio de 2010

¿Plenamente feliz?

Acabo de morir.  Como casi todas las personas que mueren; mejor dicho; morimos, yo también vi un túnel largo, largo y allá al final muy al final, final; no va más, vi una luz hermosa y muy resplandeciente.  Yo estaba preparada para ver esa luz y por eso me llevé mis gafas oscuras, las que tienen control UV y todo.  Las legítimas, las originales, las de moda que compré lógicamente de contrabando en uno de los tantos puestos callejeros de la ciudad. Ahí donde atienden un par de muchachos conversadores y sonrientes.  Si, esos mismos.

Bueno, me fui también vestidita de blanco por aquello de que yo creía que me llevarían derechito para el cielo y casi que en cuerpo y alma.  Toda la vida me la pasé tratando de ser buena, de portarme bien, de no hacer daño a nadie, de no desear el prójimo de mi prójima, de respetar a mi padre y mi madre -cosa difícil-  y entre más días más difícil aún.
Bueno ando divagando como siempre; incluso muerta no dejo el vicio.  Lo cierto del caso es que pase por ese tubo largo, largo y llegue a la luz brillante perfectamente preparada y allá; un poco más arriba y doblando primero a la derecha por un pasillo largo y luego a la izquierda, que me encuentro con un escritorio enorme y ahí sentado limándose las uñas un señor un tanto amanerado pero seguro un santo.  
No creo que fuera san Pedro pues él era muy varonil, así que seguro era su reemplazo por vacaciones o licencia por enfermedad o a lo mejor le tocó el turno de ir a ver a Dios y adorarlo un ratico.  -Lo que fuera-  Pero continúo que me estoy demorando ya para contar.  Hasta parezco mi hija y eso es mucho decir, jajajaja.
Bueno el señor de la lima y las uñas y el amaneramiento que me mira directo a los ojos y creo que me traspasa los filtros y la misma retina y llega al fondo de mi alma.  ¡Uy! hasta desnuda me sentí y cómo no estoy acostumbrada a andar por ahí como ligera de ropa el cachete se me coloreo.  Noto de todas formas que el amaneramiento me había salvado de que se fijara un poquito más y viera mis gorditos en la panza y en donde estuviera en un tiempo pasado mi cintura estrecha y... ¿Continuo cierto?
Bueeeno, el señor que me mira y me pregunta de qué me morí, cuando, por qué me tarde tanto en llegar a él, si había robado alguna vez, si había dicho mentiritas, si había engañado a alguien, si había lastimado ser humano o animal, ...  La lista era larga, interminable.  Yo ya estaba cansada pues me había puesto para estar más bonita y elegante los zapatos de tacón alto y puntudos y la faja y ya todo me dolía y empezaba a tener hambre y...
Perdón; que el santo me mira y me dice después de toda esa preguntadera si me había divertido mucho en la vida, si yo había sido plenamente feliz.   A lo que yo respondo con una sonrisa en el rostro que sí.  ¿Y cómo lo hizo? Hmmmmmmm. Pues como lo hace todo el mundo, riendo, cantando, leyendo, soñando, visitando la familia y los amigos, trabajando, amando, etc.
¿Y fuiste feliz?  Yo creo que sí respondí prestamente.  Bueno, así feliz, feliz lo que se dice plenamente feliz noooo, pero es que ¿quién es feliz todo el tiempo?  ¡Pregunta tonta!  En el cielo todos somos felices “todo” el tiempo; respondió el santo amanerado.
Opsssss, pero es que yo vengo de la tierra y la tierra es un infierno según entiendo.
¿Según entiendes?  Preguntó de nuevo el santo amanerado.  Pues sí, eso es lo que dice todo el mundo.  ¿Todo el mundo?  Nooooooo cada vez que abro la boca digo una tontería.  ¿Habré sido así en vida?  Jajajaja.  No sé ni por qué pregunto.
Lo cierto del caso es que el santo aquel se imaginó que yo era una diablilla que deseaba infíltrame en el cielo y no me dejó entrar.
Así que aquí estoy tratando de ver si fui feliz.  Pensando si me quito la faja y mejor me quedo descalza.  El vestidito blanco está de mugre que ya no le cabe más pues me ha tocado sentarme en el andén del túnel y la gente me pasa por el lado y no está tan limpia como estaba yo.
Lo curioso del caso es que la única que regresó y estoy aquí plantada fui yo.  ¿Será que todos los demás fueron felices y llevaron la certeza absoluta de su felicidad y por eso el santo los dejó pasar?
Yo aquí continúo pensando pensamientos de esos que no dejan entrar almas al cielo.  ¿Tú le dirías al santo amanerado o a san Pedro o al santo de turno que fuiste plenamente feliz?

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