Morada
Púrpura, como una pesgua, allí está, sonriente, como dormida. Así está desde el primero de octubre, yerta, en su camastro. Morada, así está la lengua. Morado el paladar, los labios en esa sonrisa apretada que parece decir "se los dije". A su lado, el teléfono celular con un remanente de carga deja ver la última llamada a emergencias. No le entendieron (¡no podrían!). Allí está, sonriente, como burlándose de sí misma; la mano arriba siempre, para aminorar el dolor y evitar la inflamación del brazo luego de la operación; eso funcionó completamente. De lo que no le hablaron fue de la úvula que, distendida, la ahogó en un leve ronquido nocturno y la dejó, allí, inerme y morada.
B. Osiris B.
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