Muriendo lentamente
Mi abuela lo repetía cada vez que debía agacharse a recoger algo, después se lo oí decir a mi madre cuando notaba que se le dificultaba realizar alguna tarea de las cotidianas; también y desde hace ya un tiempo y con frecuencia yo misma lo constato al ir observando los estragos que el tiempo hace en mi cuerpo y en mi alma. "Envejecer es una mierda".
Me despierto en las mañanas muy cansada y a veces muy asustada ya que he dormido poco. A veces concilio el sueño casi a punto de que suene el despertador. Me tomo unos minutos antes de abrir los ojos pues de levantarme de inmediato vería chispitas.
Me siento y crujo. Algo en mi suena: A veces los dedos de las manos, las rodillas, el cuello.
Me levanto arrastrando los pies y voy al baño, me siento mientras miro el Facebook y dejo que mi organismo fluya.
Me lavo los dientes y las manos, temo verme al espejo para descubrir esa mujer que cada día luce más vieja y más cansada.
Subo las escaleras con desgano, veo mis gatos que inevitablemente me hacen sonreír. La vida con ellos es mejor, más buena. Los acaricio mientras los alimento, los lleno de mimos. Preparo el desayuno para mi esposo, a veces en automático. Si lo razono olvidó algún detalle. La memoria ya no es tan buena. Le llevo los huevos y el café a Ricardo, le doy su medicina, le alistó la ropa y saco a Capitán.
Pienso en la infinidad de pequeñeces que me esperan en el transcurso del dia. Elijo qué hacer. Ya que hoy por hoy no alcanzo a hacerlo todo. La vejez, la maldita vejez, me posee, y pienso como mi madre y mi abuela. E incluso como el mismísimo Dorian Gray que prefirió hacer un pacto con el diablo. Entregarle su alma inmortal con tal de no envejecer. Y el mismo Gabo, que dejó plasmados en varios de sus personajes ese mismo temor; Recordemos a la mamá de don Florentino Ariza y su demencia senil, al mismo juvenal Urbino. En cien años de soledad; José Arcadio amarrado a ese árbol dominado por la locura de la vida, de los años. Dicen que las comparaciones son tontas pero a veces ayudan a soportar o por lo menos a entender.
Debo admitir que a veces... El cansancio me posee.
Eso sí, me he dado cuenta y para beneficio propio que me he vuelto aún más egoísta. Alcance o no... Saco tiempo para mí, para mis cosas. Para pintar, escribir, tejer, coser, hacer algún ejercicio. Eso no hace por supuesto que mi pensamiento cambie. No señor. La vejez, envejecer es una mierda.
Mi cara antes tersa, mi piel de porcelana, el brillo de mis ojos, la suavidad de mis labios se han ido. Ahora ante mi, y no exactamente erguida veo un cuerpo algo fofo, un cabello plagado de canas, una cara con manchas y arrugas y una sonrisa que se esfuerza en permanecer. Insisto... En qué la vejez es una horrible mierda.
Algunos se conforman pensando que hubo quienes no lograron llegar a nuestra edad. ¿Y el beneficio? Quizá el de irse uno volviendo invisible, inservible, un estorbo, un trasto viejo. Y terminar arrumado en un mueble en la sala, o en el propio cuarto con olor a viejo... A vejez, a decrepitud a dolor y a olvidos.
Es que definitivamente la vejez señores, es una total y absoluta mierda.
Patricia Lara Pachón
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