Amaneció, vio el sol salir por su derecha, lo vio ascender por el azul del cielo, lo percibió estático arriba y después descender raudo hasta meterse entre las montañas a su izquierda. Una sucesión interminable de días y de noches. Y él ahí. Sufriendo las inclemencias del tiempo, del clima.
Habría él querido moverse del sitio en el que se encontraba. Habría querido poner un miembro adelante del otro y partir. Y él lo hizo. No sé puede decir que no lo intentó al menos. Solo que por más que intentara irse, huir... No había hacia dónde. El astro sol y la señora luna eran sus inmisericordes castigadores. Y él, el eterno condenado.
Patricia Lara Pachón
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