No recuerdo quién me enseñó a amarrar mis zapatos. Es algo tan mecánico y cotidiano que uno ni se fija cómo hacen los giros, la forma en que se ata y al final ajusta el cordón en un moño hasta coqueto.
Dicen que hombres y mujeres lo hacemos diferente. En realidad nunca me he fijado.
Lo cierto del caso, es que a mí en lo particular. Me dijeron que se apretaban muy bien en los ojales. Lo cual oprime algunas veces mucho el pie entre el calzado.
Con los años me di cuenta que menos es más jajajaja. Hoy por hoy mis pies padecen menos jajajaja
Patricia Lara P
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