Fue tan bonito. Había aquella infinidad de naturaleza. Árboles enormes dejaban pasar suavemente la luz entre sus ramas. El viento cálido los acariciaba y danzaba y cantaba entre las hojas en todos los tonos verdes, cafés, dorados, rojos y más. Mucho más. Ya mirando con más detenimiento las aves, mariposas y demás insectos voladores también parecían flotar por doquier. El sonido producía tanta paz que el alma se henchía de alegría.
De pronto empiezan a aparecer por todas partes hermosos animales de variadas especies. Unos lagartos no muy grandes fueron llenando aún más el espacio. Se hizo un silencio molesto en el paraje y de pronto una punzada en el tobillo le hizo estremecer. En un instante sintió más, muchas más. Y luego nada. ¡Oh por Dios!. Ahora sí, la paz sería definitiva.
Patricia Lara P
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